El coronavirus llegó a Concepción del Uruguay. Seguirá todo igual?

Era un hecho esperado. Los uruguayenses sabían que tarde o temprano llegaría. Hace apenas una semana 03442 publicaba sobre el temor de los uruguayenses ante el inminente paciente cero, finalmente el primer caso de Covid-19 positivo llegó a Concepción del Uruguay. De forma indirecta, dirán algunos, argumentando que el enfermo es de la localidad de San Justo, pero un pantallazo a sus presuntos recorridos y actividades por la ciudad lo hacen tan propio como cualquiera.

En el medio de un proceso de flexibilización de actividades, con mucha gente en las calles, comercios abiertos, y a la expectativa de sumar nuevas liberaciones, las autoridades de todos los niveles de gobierno se ven en una encrucijada sobre la manera de continuar este camino sinuoso y poco previsible que ofrece esta pandemia.

En los comienzos de la crisis todos los objetivos apuntaban a aplanar la curva de contagios tanto como se pudiera para tratar de evitar el colapso del sistema sanitario, finalmente la curva se aplanó tanto que se extendió en el tiempo más de lo que muchos están dispuestos a soportar.

Esa mezcla de hastío por el encierro, sumada a la falsa confianza que se vivía en una Concepción del Uruguay sin casos positivos en 73 días de cuarentena, llevó a un relajamiento gradual de la población que se tradujo en paseos, apertura de comercios, reuniones familiares furtivas, y otras tantas actividades que no estaban permitidas, pero que se fueron dando, casi naturalmente, en todos los ámbitos de la vida diaria uruguayense.

Es verdad que aparecieron los tapabocas, las colas fuera de los comercios que no permiten el ingreso de mucha gente, y los cuidados que se tienen ante algunos contactos impostergables. También es verdad que se restringieron los accesos a la ciudad y que en los únicos dos ingresos habilitados se ejercen los controles necesarios. Pero también es verdad que la falta de responsabilidad generalizada era un hecho. Hasta hace pocas horas abundaban los que saltaban los taludes de tierra en los accesos alternativos, los que seguían sin tener los cuidados mínimos exigidos, los que siguen saliendo a pasear en grupo, los que no respetan las distancias, y los continúan circulando por la ciudad sin necesidad de hacerlo.

Durante todo el fin de semana pasado hubo gente en los parques, en las calles y en los circuitos de caminata como si todo hubiera terminado. Se había conocido la noticia que comenzarían a abrir los locales gastronómicos y eso parecía el indicio final para asumir que la normalidad estaba volviendo a la ciudad sin consecuencias.

Pero en la tarde del lunes la realidad golpeó como es su costumbre, y presentó al Covid en todo su esplendor en una ciudad que todavía no sabe bien cómo reaccionar. Porque a diferencia de Paraná, Concordia y Gualeguaychú, Concepción del Uruguay tuvo un proceso más largo sin casos que sustentó esa sensación de bastión de resistencia libre del virus.

Ante el primer caso positivo comenzó a surgir la necesidad de encontrar culpables. Como era obvio la acusación inicial cayó sobre la responsabilidad del primer enfermo. Pero si no hubiera sido él, sería cualquier otro, por cualquier otro motivo y en cualquier otra circunstancia. Así que ante la realidad de los hechos solo queda hacer un control de daños para intentar bloquear las consecuencias.

El virus llegó a la ciudad y se paseó por sus calles. Ahora habrá que rastrear que tan grave han sido el efecto de su aparición.

La pregunta central que deja el debut del virus en Concepción del Uruguay es si era este el golpe de realidad que necesita la comunidad para tomar medidas más estrictas de cuidado y prevención. Esta ciudad comienza a transitar un camino que otras comunidades ya llevan recorriendo desde hace un largo tiempo. Habrá que buscar los mejores ejemplos y no dejarse llevar por la confianza irresponsable, ni por las prohibiciones absolutas e innecesarias. En el medio sigue estando el remedio más efectivo conocido hasta ahora: La responsabilidad individual.