Es darse la oportunidad de hacer un camino interior apoyándose en los muchos retos de un camino más o menos largo, que pone a prueba los ánimos y las fuerzas físicas de la persona: perseverar la pone frente a sí misma.
Es una invitación a cuestionar la verdad de sus motivaciones profundas en su vida, en relación a los demás y a sus creencias.
Si nos centramos en la tradición religiosa, estamos en grado de afirmar que la Biblia es el testimonio escrito de una peregrinación que marca el camino del hombre hacia la felicidad: destino para el que Dios le ha creado.
Es la motivación lo que hace a uno ser o no ser peregrino.
Unos lo hacen con profundo sentido religioso y de penitencia para llegarse a las raíces apostólicas de la fe, otros en búsqueda de un encuentro con la fe, tal vez por primera vez, o acaso para recuperar, después de un tiempo de abandono, la fe perdida…
Las diferentes actitudes pueden tener el mismo fondo en la intención.
Y es la intención la que constituye a uno en peregrino.
