Se estima que una persona sin factores de riesgo tiene un 12% de riesgo de desarrollar cáncer de mama. Sin embargo, existe una proporción de un 20% de la población general, que tiene un riesgo más elevado, entre un 60% y un 80% en algunos casos. ¿Cuándo una mujer es considerada de alto riesgo? “Cuando existen mutaciones o síndromes genéticos diagnosticados mediante estudios moleculares y genómicos”, explica la doctora Lucía Béccar Varela (M.N.101.134), jefa de los Servicios de Intervencionismo Mamario, Mamografía y Ecografía de Diagnóstico Maipú y amplía “Estas pacientes suelen llegar derivadas por un ginecólogo o un mastólogo a realizar una primera resonancia que, en este caso, como son asintomáticas, se considera cribado o screening”.
“Existen más de 100 mutaciones conocidas que predisponen al cáncer de mama, entre éstas la BRCA 1 y BRCA 2 y el Síndrome de Li-Fraumeni, que frecuentemente presenta una alteración de la proteína P53, responsable de numerosos cánceres. Junto con estas condiciones, que hoy pueden determinarse a través de métodos de detección especiales, la intervención oportuna del médico clínico, del ginecólogo o el mastólogo es crucial para la derivación de aquellas mujeres que puedan tener un riesgo mayor. La mayoría de las obras sociales y las prepagas reconocen el estudio y pueden solicitar una historia clínica que justifique la decisión del médico que lo indica”, agrega la Dra. Béccar Varela.
La realización periódica de una mamografía puede ayudar a detectar lesiones mamarias incipientes que indiquen la posible presencia de un cáncer y esa detección precoz puede convertirse en el pasaporte a un tratamiento exitoso, con altas posibilidades de curación. Pero no siempre el riesgo es igual. Algunas pacientes tienen más riesgo que otras. “A través de un buen interrogatorio se puede hacer una correcta historia clínica de la paciente”, puntualiza la especialista. Hoy se tiende al control personalizado: se pregunta por casos de cáncer en familiares cercanos y son especialmente importantes cuando ocurren a edades tempranas, por ejemplo, antes de los 40 años. También hay mayor predisposición al cáncer de mama entre mujeres judías de ascendencia esquenazi. Toda esta información puede orientar a estudios genéticos o directamente derivar a una primera resonancia magnética mamaria de screening en personas sanas, pero de alto riesgo.
En este grupo, la resonancia magnética triplica las posibilidades de detección temprana de lesiones de menos de un centímetro, cuando todavía no comprometen ganglios axilares y están localizadas. La resonancia es más sensible y más específica, puede aumentar hasta en un 60% el porcentaje de detección de una mamografía. Por esta misma precocidad en la detección de los tumores demostró también aumentar la sobrevida y disminuir la mortalidad y por esto, tanto las guías americanas como europeas han incorporado su indicación en estos casos.
La resonancia magnética mamaria se realiza en resonadores cerrados y con contraste: se utiliza una sustancia llamada gadolinio que permite identificar con claridad posibles lesiones. “El resonador cerrado es el primer problema que se plantea en alrededor del 15% de las pacientes, que son claustrofóbicas. En esos casos las convocamos para que vean el resonador y conozcan el método. El examen dura alrededor de media hora y un punto a favor es que se realiza boca abajo, con las mamas en una abertura con paletas de compresión para que queden fijas. Tenemos un sistema de espejos y mientras se realiza la paciente puede mirar paisajes por animación; también es posible que las acompañe un familiar o persona de confianza que se queda al lado y hasta puede darles la mano. Cuando las pacientes no se sienten en condiciones de hacer el estudio se les ofrece un protocolo abreviado, que en 10 minutos puede alcanzar la capacidad suficiente para detectar lesiones sospechosas. El diagnóstico definitivo, como siempre, se confirma a través de una biopsia”, explica la doctora Béccar Varela.
Cuándo, quiénes, por qué
“Cabría preguntarse, claro, por qué si es tan específica y sensible no realizamos resonancia magnética mamaria en todas las pacientes y no solamente en aquellas con mayor riesgo. Precisamente es porque debido a su mayor sensibilidad y especificidad podemos encontrar lesiones muy pequeñas que demanden una rellamada para repetir pruebas o complementar. O también la derivación a una biopsia que podría no ser necesaria”, aclara la doctora.
“Otras indicaciones de resonancia magnética mamaria son para el seguimiento de mujeres con implantes mamarios (en quienes no es necesario aplicar sustancias de contraste), en aquellas que han tenido un cáncer o que están en tratamiento y también cuando en un control mamográfico anual aparece un llamado “cáncer de intervalo, es decir -aclara la doctora Béccar Varela-, una lesión sospechosa que aparece o se detecta de un año al otro y por eso hay que determinar de qué se trata.”
De todos modos, la especialista advierte que cualquier mujer de riesgo normal para cáncer de mama, por ejemplo, aquellas en quienes es frecuente la clasificación “Bi Rad III” en la mamografía -lo que indica la necesidad de repetir la prueba cada 6 meses- pueden optar por una resonancia magnética mamaria si desean tener más información sobre la salud de sus mamas.
A diferencia de la mamografía, la resonancia magnética “es un imán gigante que alinea los protones de nuestro cuerpo y que a través de un procesador y según un algoritmo transforma esas ondas de radiofrecuencia en imágenes” describe la experta y agrega “La resonancia únicamente está contraindicada si la persona utiliza un marcapasos (que debe desconectarse mientras se realiza la prueba), que posean algún tipo de prótesis ferromagnéticas o que tengan insuficiencia renal.
“Cuando una paciente con alto riesgo de cáncer mamario no puede beneficiarse de la resonancia magnética porque -por ejemplo- le resulta imposible superar la claustrofobia, se recomienda entonces la mamografía de energía dual. Se hace con iodo como contraste bajo el mismo principio que la resonancia (el tumor capta el iodo y se destaca), en el mamógrafo, es de corta duración y tiene resultados comparables con los de la resonancia magnética, pero es un estudio caro y no lo reconocen ni obras sociales ni prepagas, y esa es su principal limitación”, aclara la especialista.
“En busca de extender los beneficios de la detección precoz de lesiones en pacientes de alto riesgo, estamos llevando adelante investigaciones sobre una técnica llamada “difusión”, que se realiza en el resonador, pero sin contraste y es de muy breve duración -apenas un par de minutos- y podría homologar los resultados de la resonancia magnética mamaria, actualmente el gold standard. Aún faltan resultados para demostrarlo pero seguimos en la búsqueda constante para mejorar la detección precoz y reducir al mínimo la incomodidad de los pacientes: esos son siempre los principios que animan nuestra tarea”, concluye la doctora Béccar Varela.