El misterio de la “7 de abril”: Día Nacional de la Zamba.

 

Si bien el Día Nacional de la Zamba se estableció oficialmente el 29 de septiembre en homenaje al natalicio de uno de los “padres del folklore”,  Gustavo “Cuchi” Leguizamón, tradicionalmente se la sigue recordando cada 7 de abril, por ser la fecha en que se inscribe en SADAIC (según la versión más  difundida) la primera zamba argentina.

Del mismo modo algunos insisten en esta fecha  pues en el año 2000, como «agitando pañuelos» se fue de gira hacia el mundo metafísico Marcelo Ábalos (Machaco). De esta manera terminaba terrenalmente una historia de más de medio siglo de música nacional, en la que cinco hermanos, «Los Ábalos», con sus canciones, con sus bailes y sus historias costumbristas, llenaron de vida y de experiencias la historia musical de nuestro país, aunque un poquito más de Santiago del Estero.

No sé, pero hay un misterio telúrico en esta zamba, en determinar el origen, parece que hubieran sido una de esas leyendas que se tejen en los chisporroteos y sombras chinescas que se crean en los fogones. En primer término, lo único casi seguro (un compilador diría: «totalmente seguro»), es que esta bellísima zamba no es de Chazarreta, el maestro de Santiago la registró como Compositor, con una letra romántica de Pedro Evaristo Díaz, que nada explica lo del 7 de abril. Los Hermanos Ábalos afirmaban que jamás se iba a saber quién fue su autor.

Es decir, lo que se sabe en principio y hasta ahora, es que esta zamba, madre de todas las zambas de tres vueltas -lo que constituye en sí una «rareza» es de Autor Anónimo, que fue “RECOPILADA” por Don Andrés Chazarreta a principios del Siglo pasado y la registró en 1916 y de no haber sido así seguramente se hubiera perdido. A partir de allí, hay una gran disputa entre santiagueños y tucumanos acerca de su origen. Isabel Aretz dice que el autor sería el Ñato Carrillo, violinista tucumano fallecido en 1911. Pero no lo dice porque ella lo haya descubierto, sino porque así lo sostenía un tradicionalista llamado Rafael Oliva, que era tucumano precisamente. Aunque la prosapia «Carrillo» es más bien santiagueña. Ahora, en el caso de la confirmación de su origen tucumano, el 7 de abril podría conectarse a la insurrección tucumana de 1840 en contra de Rosas, que estaría originada en la proclama del gobernador Marco Avellaneda -profundamente antirrosista- y que fuera brutalmente reprimida por el Restaurador de las Leyes.

Aclaremos que este Avellaneda es el padre de quien sería presidente de Argentina entre 1874 y 1880. Por supuesto que los santiagueños no creen en esta versión, suponen que la zamba es originaria de allí. Pero ¿y si la zamba es sobre un 7 de Abril que no fue de Tucumán? ¿Qué otro evento ocurrió un 7 de Abril? El 7 de abril de 1695 se fundó la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca. Pero otros hablan de la autoría de un tal Agenor Reynoso, intérprete de arpa. En Santiago del Estero mencionan a otro arpista, ‘el ciego Chaza’. El poeta santiagueño José Antonio Faro, quien fue asesor letrado de SADAIC pero antes, en 1934, integró un conjunto infantil que dirigía su tío, Andrés Chazarreta, su hermano Miguel Faro, su prima Josefina Chazarreta y Marcelo Ábalos, escribió el libro ‘Zambas históricas y tradicionales’, mencionando que Manuel Gómez Carrillo publicó una versión cuyas diferencias con la de Chazarreta eran sólo de notación musical. A esa versión, Leda Valladares le agregó una letra que tampoco explica el nombre y además, hay una 3ra. letra para la zamba, pero que no tiene registro en SADAIC porque es la misma notación musical que la de Chazarreta, y la firmó Domingo Lombardi.

Por otra parte  SADAIC  existe a  partir de 1936, más antigua que ella es Argentores (11/09/1910, con el nombre de Sociedad Argentina de Autores Dramáticos), y más antigua fue la Sociedad de Artistas Líricos Dramáticos (1901) y la Sociedad de Autores Dramáticos y Líricos (1907). Pero sin una legislación de respaldo todo se hacía difuso. SADAIC surge por la fusión  del Círculo Argentino de Autores y Compositores de Música, y la Asociación de Autores y Compositores de Música, lo que en realidad hizo esta fue oficializar los registros  de Chazarreta  y Carrillo con sus respectivos números de expedientes, uno tiene el Nº 3.049 y el otro el Nº 29.306.

LA SIETE DE ABRIL

(Zamba)

Música: Andrés Chazarreta; Letra Pedro Díaz

“Triste y con penas me voy

voy cantando esta canción

buscando consuelo en esta zamba

porque me ha pedido el corazón

Lejos se escucha mi voz……

Fuente: Daniel Chiarenza

 

LETRA  DE LEDA VALALDARES

“Vengan al cerro a escuchar

como canta el montaraz;

clava su baguala en pleno cielo

con un alarido de orfandad….”

Zamba de Vargas

Recopilada por Andrés Chazarreta en 1906, se cree que es la más antigua de todas.

Es probable que la «Zamba de Vargas» exprese el momento histórico y artístico en que la zamacueca afroperuana, ya en versión de cueca chilena, se transformó para dar origen a la zamba argentina, uno de los estilos musicales más representativos de nuestro folklore.  En un momento histórico en el que la suerte  de la guerra civil estaba ya sellada en favor  del lado unitario, Mitre decide integrar la triple alianza para guerrear contra el Paraguay, los federales exiliados en Chile aprovecha para regresar y se produce la Revolución de Los Colorados, Varela  toma La Rioja y se dispone a hacer lo mismo con Catamarca, en su ausencia  los hermanos Taboada, recuperan La Rioja para el mitrismo, Varela  decide regresar  y enfrentarlos, pero se encuentra con un problema, la falta de agua, los Taboada sabedores de ello, instalan sus tropas en la estancia de Vargas, único lugar donde Varela podía aprovisionarse de ella, y el 10 de abril de 1867 lo enfrentan y vencen, por lo que Felipe Varela debió partir al exilio boliviano,  la Revolución de Los Colorados termina solo en un intento y con ello expira la última posibilidad de que Paraguay recibiera ayuda de nuestras  tropas y milicias norteñas. Si bien el enfrentamiento es entre Federales y Unitarios, la zamba lo relata cómo entre riojanos y santiagueños.

Rubia  Moreno

“Rubia Moreno, pulpera gaucha

de falda roja, vincha y puñal.

No había viajero que no te nombre

por el antiguo camino real”.

Así comienza una de las más bellas zambas de nuestro folklore. Hablando de una mujer, de extraña belleza, creciendo en el campo y envuelta por los acontecimientos que  suceden en Santiago del Estero de aquellos días.

Santos Moreno nació en Santiago del Estero, en 1840, siendo bautizada con un nombre poco frecuente para una niña. Sus padres, matrimonio de origen vasco francés, se habían establecido en la zona con un comercio de campo de ramos generales (pulpería, en los términos de la época) y esperaban el nacimiento de un varón. Fuera del ámbito temporal, puede parecer un desacierto, pero en el pensamiento seguramente influía la intención de prolongar la estirpe, asegurar el sostén familiar, cuidar los bienes, saber usar armas y defenderse, en fin, todo ello prácticamente exclusivo entonces en los hombres.

Huérfana de madre siendo adolescente, quedó junto a su padre, quien hacia 1860 decidió que le ayudara en el negocio de la familia. La pulpería estaba situada cerca del río Dulce, al costado del camino de Santiago a La Banda, en la bajada del camino hacia el río Salado (actual autopista Juan Domingo Perón), aproximadamente donde hoy se encuentra el barrio Misky Mayu.

Santos Moreno era entonces una bellísima mujer, rubia, de ojos verdes, una belleza que se destacaba en aquél lugar; más allá de su carácter duro, con gestos imperativos y acostumbrada mandar y dar órdenes, posiblemente como consecuencia de la adaptación al ambiente de la pulpería, frecuentada por quienes pasaban por ese camino, generalmente soldados, reseros y troperos.

La identificación con el medio llegaba a tal punto que las ropas femeninas usuales en la época las había cambiado por una falda roja, cuyo origen sería un poncho; con los cabellos ceñidos por una vincha, calzada con alpargatas, llevando puñal en la cintura. Se la conocía como “La Rubia Moreno”

Las continuas revueltas y luchas políticas de la época no le fueron ajenas. Se convirtió en ferviente adherente al partido liberal, que en Santiago del Estero lideraban los unitarios Ramón Antonio ‘Antonino’ y Manuel Baldomero Taboada Ibarra, aliados de Mitre que, por esas cosas de la vida, eran sobrinos del gobernador federal Juan Felipe Ibarra, el Saladino, caudillo que durante muchos años gobernara Santiago del Estero, falleciendo en 1851 y fuera hermano de la madre de los Taboada, Águeda de Ibarra de Paz y Figueroa.

Para entonces, la Rubia Moreno ya era esposa de Juan Manuel Barrionuevo.

En este marco fue ella quien convenciera a su padre, a su hermano y a su esposo a hacer un importante aporte a la causa de los Taboada, con una gruesa parte del patrimonio familiar, incluyendo hacienda vacuna y caballos. Además, los convenció para que se alistaran en sus tropas, llevando también a sus peones.

El 10 de abril de 1867 tuvo lugar uno de los más  cruentos enfrentamientos de las guerras civiles argentinas: la batalla del Pozo de Vargas.

En los primeros días de abril de 1867, el ejército “nacional” (mitrista) del Noroeste, al mando de Antonino Taboada, reforzado con veteranos del Paraguay y equipado con cañones Krupp y fusiles Albion y Brodlin que los buques ingleses habían descargado poco antes en el puerto de Buenos Aires, había entrado en la ciudad capital de La Rioja, ocupándola.

El día 9 Varela invitó caballerescamente a Taboada “a decidir la suerte y el derecho de ambos ejércitos” en un combate fuera de la ciudad “a fin de evitar que esa sociedad infeliz sea víctima de los horrores consiguientes a la guerra y el teatro de excesos que ni yo ni V.S. podremos evitar”. Pero Taboada no respondió.

Había un pozo disponible: el de la estancia de Vargas, situado aproximadamente a una legua de La Rioja. Taboada, sabiendo la necesidad de Varela, esperaba allí, con 1.700 hombres que habían tomado posiciones en lugares estratégicos alrededor del pozo, una hondonada de donde se sacaba barro para ladrillos.

Ese 9 de abril de 1867, Felipe Varela llegó a Mesillas (a unos 30 kms. de La Rioja) y dispuso que fueran ejecutados (pasados a degüello) los comandantes Vicente Barros, Fermín Bazán, el teniente Balbino Arias, el mayor Barcala y otros civiles.

El día 10, pasado el mediodía se lanzaron, sedientos, sobre el Pozo de Vargas.

Durante 7 horas se sucedieron las cargas de los gauchos, a lanza seca contra la imbatible posición protegida con los cañones y fusiles de Taboada. En una carga el caballo de Varela, siempre al frente de sus hombres, cayó muerto, arrastrando a su jinete, Dolores Díaz, “La Tigra”, una de las mujeres que seguían a las fuerzas de Varela desempeñándose como enfermeras, cocineras del rancho y amantes, pero que también empuñaban la lanza cuando hacía falta, lanzó su caballo al centro de la escena para salvar a su jefe. Así, Varela, enancado en el caballo de “La Tigra” escapó a una muerte segura.

La batalle del Pozo de Vargas se extendió hasta el anochecer de ese otoñal día y con ella se terminaron de hundir las esperanzas de un levantamiento federal del interior en favor de la nación paraguaya de Francisco Solano López y la “guerra de la Unión Americana”.

Para Taboada, el enfrentamiento también tuvo un costo alto. Informaba a Mitre que “La posición del ejército nacional es muy crítica, después de haber perdido sus caballerías, o la mayor parte de ellas y gastado sus municiones, pues en La Rioja no se encontrará quien facilite cómo reponer sus pérdidas”.

De hecho, como nadie le facilitaba alimentos ni caballos voluntariamente, Taboada saqueó la ciudad durante tres días. Tiempo después «La Tigra», que siguió acompañando a la montonera de Varela, cayó prisionera de Taboada, siendo trasladada a Brachal, un «campo de concentración» de la época, en Santiago del Estero, donde se le perdió el rastro. La Rubia Moreno perdió a su padre en la lucha.

La década siguiente encontró a la Rubia Moreno en la más absoluta soledad… y pobre.

Con la caída del régimen de Taboada, Manuel muere en 1871 y Antonino Taboada queda en la oposición; fue entonces cuando el nuevo poder político la despojó de todos sus bienes.

Sarmiento estaba dispuesto a eliminar a los Taboada (“voy a reventar a los Taboada”, fueron sus propias palabras), así que es posible e incluso probable, que doña Santos Moreno, identificada con los Taboada, haya resultado perjudicada tras la pérdida de influencia de aquellos. Murió en Santiago del Estero y sus restos descansan en el cementerio de La Misericordia, de la capital provincial.

Perdura en la zamba que por título lleva su nombre, con versos de Cristóforo Juárez, musicalizada por Agustín Carabajal.

Zamba de mi esperanza

Fue escrita en la década de los 50 por Luis Profili, gran aficionado a la música folklórica y en especial a la zamba, aunque no la llegó a registrar hasta 1964 bajo el pseudónimo de Luis Morales. Fue Jorge Cafrune, al que llamaban “El Turco”, apodo habitual en la Argentina para los descendientes de árabes, quien primero la popularizó. Los Hermanos Albarracín, dúo amigo, se la oyeron cantar a Profili en una fiesta entre amigos y le propusieron incluirla en su álbum “Emoción, canto y guitarra” editado en 1964; año en el que Argentina estaba viviendo, además de fuertes transformaciones socioeconómicas, el gran momento de su música folklórica. La letra de “Zamba de mi esperanza” no tiene un claro contenido político o social, pero aun así fue prohibida años más tarde, en 1976, por la dictadura militar que ocupaba el poder. En apariencia se trata de una canción que trata de la relación entre el compositor, su proceso de creación y el resultado final de su obra: la zamba. Desde su primera estrofa habla de la esperanza, un “sueño del alma” que “a veces muere sin florecer”, para pasar a explicar en las siguientes el proceso de la “mezcla” con frases como “tu canto derrama amor” o “va envolviendo su corazón”. Todas ellas adornadas por la fuerza de un estribillo en el que Profili cambia el destino de sus versos para dirigirse a la “estrella”, símbolo de la noche, que lo “escucha” y es testigo “de su padecer”, a la vez que le ruegan poder seguir cantando y queriendo. Sus últimas estrofas encierran ya un mensaje más “existencial” hablando del desamor y la muerte; son más pesimistas por el implacable paso del tiempo, “el tiempo me va matando”, y terminan con un “soy polvareda que al viento va”, pidiéndole a la “zamba” que no lo deje porque… “sin tu canto no vivo más”.

Fue en el Festival de Cosquín de 1978 cuando Jorge Cafrune le quiso dar un contenido político mientras la cantaba a petición del público junto a otros temas “problemáticos”. Haciendo caso omiso de la prohibición, antes de entonarla dijo: “Aunque no esté en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide la voy a cantar”. Muy poco tiempo después falleció, tras ser atropellado por una camioneta que se dio a la fuga, cuando se dirigía a caballo a Yapeyú. Un accidente del que aún persisten dudas sobre si pudo ser o no un asesinato político ordenado por la dictadura. Su hija Yamila siempre ha dicho que la Junta Militar consideraba que “Zamba de mi esperanza” debía ser censurada por la excesiva importancia que concedía al sentimiento de la esperanza.

Angélica

Roberto Cambaré, el autor de la zamba “Angélica”, nació en Balcarce en el año 1925 y murió a los 96 años, el 18 de octubre de 2021, en la Ciudad de Mar del Plata. Su verdadero nombre es Vicente Cambareri. Cambaré contó que vivió en Salsipuedes –es el pueblito de Córdoba de que habla la zamba-  y que allí conoció a quien fue luego la protagonista de su zamba.

“Era una niña morocha, de cabellos largos flotando sobre la espalda, no muy alta, delgada, un lindo tipo de criollita…”, recuerda el autor. “Nos entendíamos con los ojos, más que hablarnos. Fue un idilio de un mes, pues ella –verdaderamente- volvía a Buenos Aires. No hubo enojo oficial, pero si cierto distanciamiento entre los dos. Se llamaba como en la zamba: “Angélica”.

La zamba “Angélica”, se destaca al menos por dos razones, primero por el uso de palabras esdrújulas, que incidieron en que la melodía fuese particularmente sincopada. Cambaré quiso que así fuese. Y al elaborar la zamba, las primeras palabras que se le ocurrieron fueron inevitablemente “Angélica” y “Córdoba”, ambas esdrújulas. A partir de allí, el autor escribió una lista de palabras esdrújulas, y eligió las que mejor se adaptaban al mensaje que quería transmitir. Y así con las palabras “pálida”, “águila”, “lástima”, “árboles”, “álamos”, “párpados”, “relámpago”, “sábana”, “tímida”, construyó, sin proponérselo quizá, una de las grandes páginas de nuestro cancionero.  La zamba se destaca también por sus imágenes contrapuestas. Nos habla de lunas, de una placida noche de abril, de claveles robados, de brazos que son un nido de amor y de luz, de ojos mansos, pero también nos habla de relámpagos, escarchas, de lágrimas frías, y de un águila que sin piedad desgarra a una paloma.

Elìas Almada

Correo electrónico: almada-22@hotmail.com

Fuentes: Efemérides Folklóricas Argentinas, La Historia Cantada, Urgente 24, Revista Salvador, Secretaria de Cultura de La Nación.