20 de enero de 1827 – a 195 años de la Batalla de Ituzaingó – 20 de enero de 2022

Durante el transcurso de la Guerra del Brasil, que enfrentaba a las Provincias Unidas del Río de la Plata y al Imperio del Brasil -siete días después del triunfo de las tropas argentinas del general Juan Lavalle frente a las fuerzas del general brasileño Bento Manuel Ribeiro en la batalla de Bacacay y cuatro después del triunfo del general republicano Lucio Norberto Mansilla en la batalla del Ombú, que dispersó con 350 hombres a caballo y 1800 efectivos de infantería a la caballería de Bento Ribeiro, elite de la tropa imperial se produjo la Batalla de Ituzaingó.

La batalla
Desde mediados de febrero los ejércitos en pugna se hallaron en contacto con sus patrullas avanzadas; los republicanos, si libraban batalla en la zona del Cacequy y no resultaban vencedores, quedarían atrapados entre los bañados del río Vaccacuhy, Ibicuhy y Santa María. El único ejército con que contaba en aquellos momentos la República podía quedar fuera de combate en una sola operación. Alvear decidió avanzar hacia el Paso del Rosario o Ituzaingó, sobre el río Santa María, a fin de asegurar la retirada en la eventualidad de una derrota. En ese movimiento ofreció el flanco izquierdo vulnerable; pero Barbacena tan sólo se movió en la noche del 18-19 de febrero, aunque estaba seguro de que Alvear trataba de franquear el Santa María, ara aligerar la marcha este abandonó el equipo, hizo incendiar los archivos y el 19 a mediodía se halló en el Paso del Rosario; el escuadrón de coraceros al mando del coronel Anacleto Medina pasó el río crecido; el general Soler ordenó al coronel Iriarte que cruzase el río con la artillería, aunque la operación era casi imposible con el enemigo encima. Comprobó Alvear la imposibilidad de franquear el río y resolvió librar batalla y jugar todas las cartas en ella; los coraceros de Medina repasaron el Santa María y se incorporaron al ejército.
Descansaron las tropas hasta las 6 de la tarde. Alvear reunió junta de guerra y expuso su plan de contramarchar toda la noche en busca del enemigo, a fin de salir de la posición comprometida en que se hallaban y donde la derrota era segura y la retirada imposible.
Los jefes del ejército republicano estaban descontentos de la conducción del general en jefe. En el diario de la segunda división del segundo cuerpo, el coronel Brandsen escribe: «Recibo en mi cuerpo la visita del general Mansilla, sofocado de todo cuanto ve; no puede resistir a abrirme su corazón; deplora la ignorancia del general en jefe sobre todo lo que es práctica de la ciencia militar. No sabe marchar, ni acampar, ni prever nada. Los caballos desaparecen a vista de ojo. La tropa está mal atendida. El general en jefe, a pesar de su ninguna experiencia, no consulta más que una voluntad y un capricho suyo. Confunde todas las ramas del servicio, paraliza el talento y la experiencia, y pone a cada paso en duda la existencia del ejército y del país. Estas ideas son comunes al general Soler. En mi corazón reconozco demasiado la justicia de ellos»… «Cada día la extraña conducta del general en jefe lo desacredita más en el ánimo de sus oficiales y soldados. La disciplina se sacude por la base, el mal contento es general”.

Un destacamento al mando del coronel Olazábal fue a posesionarse de las alturas que bordean el valle de Santa María; el 20 de febrero, poco después de medianoche, se puso en movimiento el ejército imperial; al aclarar el día, el marqués de Barbacena supo que el ejército republicano se encontraba al este del río Santa María y que se disponía al combate. La lucha fue iniciada por el general Laguna con cargas sucesivas contra la caballería imperial del ala norte; sus efectos fueron tales que la infantería enemiga tuvo que detener la marcha contra la posición republicana, desde donde el quinto de cazadores y la artillería de Chilavert les causaban estragos. Intentó el marqués de Barbacena una maniobra para desalojar a la vanguardia de Olazábal de las alturas que ocupaba. Alvear ordenó a Olazábal retener la posición y hacerse matar antes que abandonarla. La caballería republicana fue llegando entretanto al campo de la acción; los regimientos 1 y 2 se situaron a la izquierda del batallón número 5 y cargaron contra los batallones imperiales que avanzaban hacia la altura ocupada por Olazábal; esos regimientos republicanos se hallaban al mando de los coroneles Federico Brandsen y José María Paz; los imperiales resistieron bien el choque. Poco después llegaron los regimientos 3 y 4 de caballería; se prolongó la línea de combate hacia el norte con el primero aseguradosé el ala y el flanco; el 16 de caballería y los coraceros de Medina reforzaron a los orientales. Se produjeron momentos de vacilación en las filas imperiales; Alvear ordenó al primer cuerpo de Lavalleja que atacase a la vanguardia del brigadier Abreu y logró éxito con la cooperación del 8 de caballería. La vanguardia del barón de Cerro Largo fue dispersada y los jinetes republicanos llegaron hasta las bases de la infantería, que formó rápidamente el cuadro. Continuó su avance la primera división imperial; Alvear ordenó al coronel Brandsen que cayese con el 1 de caballería sobre la infantería enemiga, pero Brandsen le observó que era imposible obtener éxito en esas condiciones, los imperiales estaba bien fortificados. Alvear no aceptó sus prudentes argumentos y con sus palabras tocó el amor propio del valiente jefe, quien cargó a la cabeza de sus tropas, muriendo heroicamente.

El ataque fracasó, pero la batalla se ganó porque otros coroneles como Tomás de Iriarte, Miguel Estanislao Soler y José María Paz, enmendaron los errores del general en jefe. Decidió entonces Alvear probar en la extrema izquierda lo que no había logrado en el ala derecha; allí se encontraba Juan Lavalle con el 4 de caballería y los colorados de Videla, en espera de órdenes. Lavalle se lanzó contra la brigada ligera de Bento Gonqalvez, que fue dispersada y arrojada del campo, perseguida por la caballería republicana, que luego cambió de rumbo y atacó a la retaguardia imperial. Siguió el combate generalizado y a las dos de la tarde la situación fue ya francamente favorable a los republicanos; la caballería dominaba los flancos enemigos; el centro fue reforzado y la artillería de Iriarte llegó intacta al lugar de la lucha. El marqués de Barbacena juzgó peligrosa la situación y procuró desprender la totalidad de sus fuerzas de infantería y retirarse hacia el este, débilmente perseguido por los republicanos.
Tal fue la batalla de Ituzaingó, el entonces coronel José María Paz, en sus Memorias, asegura que allí no hubo previsión estratégica y que el éxito final fue debido más a las inspiraciones individuales del momento, para sacar provecho de los errores o debilidades del enemigo que a las disposiciones tácticas del general Alvear, pues no hubo ninguna. «Ituzaingó —dice Paz— pudiera llamarse la batalla de las desobediencias; allí todos mandábamos, todos combatimos y todos vencimos, guiados por nuestras propias inspiraciones».

Alvear fue relevado del mando del ejército de operaciones en julio de 1827, y Paz quedó interinamente al frente del mismo hasta que el 25 de diciembre asumió el mando el general Lavalleja. Hubo algunas otras acciones de menor significación: Camacuá, Potreros del Padre Filiberto, pero la actividad bélica fue eludida en lo posible por los imperiales, quedando reducida a golpes de mano contra partidas aisladas.

Muerte del Cnel., y Poeta Federico de Brandsen
Nacido en París de 1785, este oficial de las fuerzas napoleónicas se incorporó a la causa de la emancipación americana a fines 1817, San Martin le reconoció el grado de capitán que tenía en su vieja patria y lo destino a II Escuadrón de Granaderos a Caballo realizando la 2ª campaña al sur de Chile, luego paso al regimiento de Cazadores con el que partió al Perú, se destacó junto a Lavalle en la batalla de Nazca (15 de octubre de 1820) y en el Combate de Torre Blanca (a 5 km al noroeste de Chancay) el 11 de noviembre de 1820 al frente de 36 soldados venció a un escuadrón de caballería realista ( 200 hombres) al mando del coronel Jerónimo Valdez. Cuando San Martín, devenido Protector del Perú, forma el ejército de ese país, Brandsen es nombrado jefe del regimiento de Húsares de la Legión Peruana de la Guardia, con el grado de Teniente Coronel.

El Libertador tenía gran afecto por Brandsen, de quien era compadre y con quien sostenía correspondencia frecuente. Fue promovido a coronel el 17 de septiembre de 1822. Al mando de su regimiento obtiene una victoria en Zepita, y como comandante general de la Caballería de la Vanguardia del Ejército del Perú interviene en Sica-Sica y en Ayo-Ayo, conteniendo luego la persecución enemiga y salvando los restos del ejército derrotado en esos encuentros. En 1822 y 1823 participó activamente en las operaciones contra las fuerzas realistas.
A fines de 1823 tomó partido por el presidente José de la Riva Agüero en la disputa de este con Sucre. De la Riva Agüero lo promovió a general de brigada, pero con la disolución del ejército que le respondía, Brandsen fue puesto en prisión y luego Bolívar dio la orden de su destierro, orden que más tarde revirtiera pero ya Brandsen estaba camino a Chile.
Llegado al Río de la Plata el gobierno lo designo en diciembre de 1926 jefe del regimiento de Nº 1 de Caballería que había sido creado 4 años antes, partiendo a la Guerra con el Brasil. Brandsen era un oficial muy reconocido por su capacidad estrategia y su coraje que en sus tiempos libres escribía poemas algo no muy conocido de su personalidad, en una oportunidad se relata que Monet, prestigioso general español que defendía la causa realista en el Perú, preguntó al general Tomás Guido, a la sazón cumpliendo una misión diplomática por órdenes de San Martín, «¿tienen ustedes muchos oficiales como Brandsen?». Guido, en un arranque de sinceridad, respondió que no: «…nadie lo supera en valor, y en cuanto a conocimiento y pericia en el arte de la guerra, no es fácil igualarle», a lo que el jefe español replicó: «Me alegro, porque si así no fuera se nos enredaría mucho más la madeja».

En Ituzaingó recibió la orden del comandante en jefe de las tropas Gral. Carlos María de Alvear (de capacidad estratégica nula y que entre otras cosas intento vender 5 veces la Argentina a Gran Bretaña, Portugal y E.E.U.U.), de atacar una fortificación casi inexpugnable de la Infantería Brasilera reforzada con mercenarios austriacos y prusianos , sabiendo que mandaba a su regimiento a la muerte Brandsen se lo hizo saber pero Alvear no lo escucho y es más lo hirió en su amor propio:
-¡Usted comandará una carga contra la infantería brasileña!, le espetó Alvear.
Frunció el ceño. Era una locura atacar de esa manera a una fuerza de 2000 mercenarios austríacos y alemanes. Se lo recalcó con crudeza.
-¡General, es un suicidio atacar a esa unidad de élite fortificada detrás de una profunda hondonada casi imposible de sortear!!!!
Alvear lo miró con severidad. No esperaba tal respuesta. Hizo caso omiso de sus argumentos y le gritó en la cara: -¡Cuando el emperador Napoleón le daba una orden ¿usted dudaba en cumplirla?!
Brandsen sostuvo la mirada. Las palabras tocaron a su amor propio. Con una profunda crispación, dijo escuetamente. Salió de la tienda de campaña y montó a caballo. Al paso, cabalgó al frente de sus hombres con el pecho cubierto de medallas. Alvear lo seguía unos metros más atrás como esperando que cumpliese con su orden. El guerrero napoleónico lo vio y se le acercó.
-General, por favor, no me ofenda, le pidió.
Entonces, Alvear luego de excusarse, se alejó. Frente al 2º Escuadrón, Brandsen ordenó una carga escalonada. A su lado, lo acompañaba su edecán, Ignacio Lavalle, hermano del general.
Blandió su espada y gritó:
-¡Escuadrón… marche…al galope…a la carga…!
Disciplinado como era encabezo el ataque, “Ese: a la carga” fue su última orden, quedaría en el campo de batalla junto a más de la mitad de sus tropas.
Solo la capacidad y el coraje de oficiales jefes como José María Paz, Juan Lavalle, Tomas de Iriarte, Ángel Pacheco, (segundo de Brandsen), y el Oriental Lavalleja entre otros, torció el rumbo del combate a favor de las tropas rioplatenses logrando la victoria.
El 1 de caballería que tuvo como primer jefe a otro Granadero de la Independencia el Tte. Cnel. Miguel Caxaraville, luego sería parte de las campañas del Desierto de Rosas y Roca y de la guerra de la Triple Alianza, disuelto en 1905 es reorganizad en 1930 y al año siguiente se le da el nombre de “coronel Brandsen”, y en 1982 toma parte de la guerra de Malvinas. Tuvo su asiento en el Campo de Los andes, Tandil, Toay, y actualmente es parte de la Guarnición militar Villaguay.

Elías Almada
DNI 14936811
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