José Chamot comenzó a jugar en las canchitas nuestras, en las de San Martín, Belgrano, en la Concepción, en el Núñez hasta que la vida lo llevó a Rosario Central y de ahí a Italia para poder disfrutar luego la selección argentina con Basile y en el Mundial del 94.
Compartió con Diego Maradona y en charla con radio FM Portica sobre los momentos vividos y como lo sorprendió la muerte del 10: “Nunca se imagina estos momentos, de un momento a otro, con el impacto mundial y que significa mucho para los argentinos, una herida que no cierra y se los extrañara”.
Recordó sus viejos tiempos en Concepción, pateando con las zapatillas raídas en nuestros campitos y por eso recuerda con cariño “conocí esos privilegios que te da la vida, de estar al lado de un talentoso como el Diego, que solamente los que pudimos respirar su talento, de lo que era como deportista, de lo que significaba para nosotros esa bandera que era Diego”. Y en eso también recordó que “son muchas cosas. Hablaba con una persona que me lleva siempre a recordar cuando era un niño, porque empecé a jugar para compartir con otros chicos, jugué en un equipo de La Concepción, en San Martín, en Belgrano, después formé parte de Gimnasia donde formamos un lindo grupo, de repente se presenta que me tengo que ir de Concepción por el trabajo de mi papá”. En eso “me llama un técnico Meriano, uno tuvo tantos técnicos Ostera, Pintos, Sosa, toda gente que me ha dejado cosas hermosas que conoce de niño. Después llegó una prueba en Rosario Central, en el Mundial 86 donde todos los argentinos salimos a festejar ese Mundial con un talentoso como Diego. Hice dos años inferiores de en Central y el recuerdo que tengo es que ya estaba en el vestuario vestido para entrenar y ahora estaba con ellos en el vestuario. Hablar con Valdano, Maradona, Giusti, te apadrinaban y el lujo de poder participar en el Mundial 94”.
Y en esos días compartidos con el Diego “yo llamaba a mi casa y le decía a mi madre “el Diego me dice Flaquito”. Siempre quedará, cada vez que se hable de fútbol estará el. Estoy muy agradecido de Diego, de poder disfrutar un entrenamiento, de todo lo que transmitía y como entrenaba, a veces lo hacía hasta tres veces por día”.
Y siguió recordándolo como “un tipo accesible, humilde. En ese Mundial teníamos un masajista italiano y me decía “flaquito vení, hacete un masaje”. A mi me bastaba con participar en la conversación y era lindo escuchar eso porque te van dando coraje para representar al país”. En ese sentido, la salida del Diego de ese Mundial fue “un golpe muy fuerte porque el juego giraba con Diego, el manejaba el partido, quería ganar, quería siempre la pelota y te decía “para flaco, ahora aceleremos”. Nos hacía caminar al ritmo del partido para ganarlo. Era la dimensión de ver a un monstruo del fútbol. Había que cuidarlo porque debíamos tenerlo en la cancha, porque él te resolvía lo que no se podía resolver. Para mí fue el privilegio más grande que Dios me ha dado, compartir una cancha, de ser compañeros, compartir momentos con un talentoso que no va a ser comparable nunca. Dios lo bendiga, lo tenga en la gloria y le de mucha fuerzas a su familia”.