Florencio González Balcarce nació en la ciudad de Buenos Aires el 22 de febrero de 1818, hijo del general Antonio González Balcarce (Jefe del Ejército en la primer victoria argentina en las luchas de la independencia – Batalla de Suipacha – que tuvo destaca actuación en la Campaña de Chile acompañando al libertador San Martín – y también Director Supremo por un breve lapso) y de Dominga Francisca Buchardo San Martín, en la «casa de los Balcarce», la vieja casa familiar que hoy es parte del edificio del Banco Hipotecario Nacional. Hermano de Mariano Balcarce esposo de Merceditas la hija del Gral. San Martín.
Completó precozmente sus primeros estudios en el Ateneo dirigido por Pedro de Angelis, teniendo como compañeros a Félix Frías , Nicolás Mariño, Carlos Tejedor, José Mármol, Vicente Fidel López , José Tomás Guido Spano , José Rivera Indarte , Ventura Bosch, Juan Thompson , Eduardo Acevedo Maturana y Miguel Esteves Seguí , entre otros que se distinguirían años después en la literatura y en la política del Río de la Plata, para ingresar luego en la Universidad de Buenos Aires, donde en 1833 rendía ya latín. Ese año publicó sus primeros versos, que le merecieron elogios de Florencio Varela. En 1834 fue alumno de Diego Alcorta, quien ejerció gran influencia sobre sus ideas. Frecuentaba la Librería Argentina de Marcos Sastre (centro de reuniones de la generación del 37 y de la actividad intelectual de la ciudad, por allí pasaron entre otros Juan Bautista Alberdi y Esteban Echeverría, además de sus compañeros del Ateneo de Angelis y Juana Manso, la primer feminista de Sud América)
En ocasión del asesinato de su amigo Esteban Badlam Moreno el 29 de abril de 1834, primera víctima de la Mazorca, escribió en su memoria una elegía de cuarenta y seis versos, un soneto y un epitafio para su tumba que decía «En execrada noche, aleve bando / dejó a la Patria y la virtud llorando». En esos años a su actividad poética sumó una traducción del francés del curso de filosofía de Pierre Laromiguière y del drama Catalina Howard de Alejandro Dumas, así como una novela histórica y artículos literarios para algunos periódicos de Buenos Aires. En 1837, ya enfermo de tuberculosis, embarcó rumbo a Francia para continuar sus estudios. Antes de partir escribió un dramático poema, La Partida, una de sus composiciones más famosas, que en su primer verso reza:
“El Dios que la tierra y el cielo domina,
Que alienta la hormiga, y el cóndor y el león,
Me ordena que deje la playa argentina:
Adiós, Buenos Aires; amigos, adiós.”
En París habitó el Barrio Latino y siguió algunos cursos en La Sorbona. Fue huésped habitual del general José de San Martín en su residencia de Grand Bourg, a quien le dedicara su poema El cigarro:
En la cresta de una loma
Se alza un ombú corpulento
Que alumbra el sol cuando asoma
Y bate, si sopla, el viento.
Bajo sus ramas esconde
Un rancho de paja y barro,
Mansión pacífica en donde
Fuma un viejo su cigarro.
En torno los nietos miran
Y con labios casi yertos,
«¡Feliz, dice, quien respira
El aire de los desiertos!
«Pueda, en fin, aunque en la fuente
Aplaque mi sed sin jarro,
Entre mi prole inocente
Fumar en paz mi cigarro.
«Que os mire crecer contentos
El ombú de vuestro abuelo,
Tan libres como los vientos
Y sin más Dios que el del cielo.
«Tocar vuestra mano tema
Del rico el dorado carro:
A quien toca, hijos, quema
Como el fuego del cigarro.
«No siempre movió en mi frente
El pampero fría cana;
El mirar mío fue ardiente,
Mi tez rugosa, lozana:
«La fama en tierras ajenas
Me aclamó noble y bizarro;
Pero ya ¿qué soy? apenas
La ceniza de un cigarro.
«Por la patria fui soldado
Y seguí nuestras banderas,
Hasta el campo ensangrentado
De las altas cordilleras.
«Aun mi huella está grabada
En la tumba de Pizarro,
Pero ¿qué es la gloria?-nada;
Es el humo de un cigarro.
«¿Qué me dejan de sus huellas
La grandeza y los honores?
Por la paz hondas querellas,
Los abrojos por las flores.
«La patria al que ha perecido
Desprecia como un guijarro…
Como yo arrojo y olvido
La punta de mi cigarro.
«Las horas vivid sencillas
Sin correr tras la tormenta;
No dobléis vuestras rodillas
Sino al Dios que nos alienta.
«No habita la paz más casa
Que el rancho de paja y barro;
Gozadla, que todo pasa,
Y el hombre como un cigarro.»
Ya muy enfermo, a comienzos de 1839 regresó, muriendo el 16 de mayo de ese año en Buenos Aires, con sólo 21 años de edad, mientras era atendido por Alcorta, quien lo consideraba «el primero en su generación». Otras de sus composiciones poéticas fueron La Canción a las hijas del Plata, El lechero, El Fantasma, El Picaflor, A Florida, Al asesinato de Quiroga, Adiós a la Patria, Sáficos. Sus obras fueron publicadas por varios periódicos luego de su muerte y compiladas años después por Juan María Gutiérrez.
Elías Almada
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