Mudarse por primera vez no es solo una cuestión de independencia. Es también un cambio de escala: de compartir espacios a definirlos, de vivir con lo dado a tomar decisiones sobre lo propio. Aunque no se trate de una compra, elegir un lugar para alquilar implica una serie de elecciones que van más allá del precio y los metros cuadrados. Porque vivir bien también es vivir seguro.
No hace falta una casa enorme ni un edificio premium para garantizar cierta tranquilidad. Muchas veces, la diferencia está en prestar atención a esos detalles que no aparecen en las fotos del aviso. La cerradura, la ubicación, la luz que llega de noche, las salidas de emergencia. Elementos que, cuando se descuidan, no solo complican la estadía, sino que pueden poner en riesgo a quienes habitan el espacio.
Mirar más allá del interior
Las visitas suelen enfocarse en la cocina, el baño, los pisos o si entra bien la cama. Pero hay un conjunto de variables que también deberían ocupar un lugar en la decisión. ¿Cómo es el acceso al edificio o a la casa? ¿Hay portero eléctrico, reja, portón automático? ¿La calle tiene buena iluminación? ¿Es una zona con movimiento o aislada a partir de cierta hora?
No se trata de vivir con miedo, sino de observar. Dar una vuelta manzana de noche, revisar si hay cámaras en la cuadra, preguntar a vecinos o incluso revisar foros barriales puede brindar información valiosa. En muchas ciudades argentinas, la diferencia de seguridad entre una calle y otra puede ser notoria aun dentro del mismo barrio.
La cerradura, ese detalle que no siempre se cambia
Uno de los aspectos más subestimados al alquilar es el estado y tipo de cerradura. En muchos contratos, esto queda en manos del inquilino, aunque lo cierto es que recibir un departamento con una cerradura gastada, o que no haya sido cambiada desde el último alquiler, supone un riesgo evitable.
Las llaves pueden haber quedado en manos de personas ajenas: ex inquilinos, personal de mantenimiento, incluso conocidos que pasaron por allí. Cambiar la cerradura al mudarse no debería ser una rareza, sino un paso lógico en la construcción de un nuevo espacio personal. Existen opciones accesibles, de doble traba o combinadas con cerrojos, que mejoran notablemente la seguridad sin necesidad de grandes reformas.
Iluminación, rejas y otras decisiones que hacen la diferencia
Para quienes alquilan casas o PH en planta baja, la evaluación de la seguridad adquiere otra dimensión. ¿Las ventanas tienen rejas? ¿Hay alguna forma de asegurar los accesos traseros? ¿La entrada es visible desde la calle o está oculta tras una vegetación descuidada?
En edificios, también vale revisar si el portón cierra correctamente, si el ascensor necesita tarjeta o si el hall de entrada está bien iluminado. A veces, un foco quemado durante semanas dice más sobre la administración del consorcio que cualquier otra señal.
No todo depende del propietario
Muchos inquilinos sienten que, al no ser dueños, tienen las manos atadas en relación con la seguridad del lugar. Pero hay medidas simples que pueden marcar la diferencia y que están al alcance sin necesidad de modificar estructuras ni pedir autorizaciones especiales.
Desde incorporar luces con sensor de movimiento en balcones o patios, hasta sumar trancas internas o cerraduras digitales portátiles, hoy existe un mercado creciente de soluciones pensadas para personas que alquilan y quieren mejorar la seguridad sin hacer obras.
Además, conocer al propietario y establecer una comunicación clara puede facilitar acuerdos sobre mejoras necesarias o incluso dividir gastos si se trata de una mejora permanente para el inmueble.
Lo que pasa si pasa
Por más cuidados que se tengan, nadie está completamente exento de sufrir un incidente en su vivienda. Robos, filtraciones, roturas accidentales, pérdidas de agua o situaciones que terminan afectando a un tercero (como una maceta que cae del balcón o un escape de gas) pueden generar costos y conflictos.
Es aquí donde entra en juego la posibilidad de contar con un respaldo pensado justamente para esos escenarios. Porque aunque el lugar sea alquilado, eso no significa que uno esté desprotegido.
El seguro también es para inquilinos
Existe una percepción errónea de que el seguro de hogar es exclusivo de quienes son propietarios. Sin embargo, hay planes diseñados específicamente para quienes alquilan. Estos seguros pueden cubrir desde robos en el interior de la vivienda hasta daños a terceros, pasando por roturas de cristales, problemas eléctricos o pérdidas de agua.
Además, algunos contemplan la cobertura de bienes personales—como notebooks, electrodomésticos, bicicletas o televisores—independientemente de si están declarados en el contrato de alquiler. Incluso se puede sumar la asistencia en el hogar ante emergencias, como plomería o cerrajería, algo especialmente útil cuando el propietario no responde con rapidez.
Más allá de estas pólizas puntuales, los seguros de hogar ofrecen versiones más amplias que permiten personalizar coberturas según el tipo de vivienda, la ubicación o el valor de los objetos que se quieren proteger. Para quienes alquilan en zonas más expuestas o manejan equipamiento costoso en casa, esta opción puede ser una forma efectiva de ganar tranquilidad sin depender por completo de las decisiones del propietario.
Contar con una póliza adaptada al perfil de inquilino no solo protege lo material, sino que también evita asumir costos inesperados por imprevistos que muchas veces escapan al control individual.
Qué cubre el seguro de hogar en un alquiler
Es importante revisar las condiciones específicas de cada póliza. Algunas coberturas están pensadas para propietarios y otras para inquilinos, con diferencias clave. Por ejemplo, en el caso de un robo, la cobertura puede aplicarse a bienes muebles del inquilino, pero no al daño estructural de la vivienda. En cambio, ante una rotura de caño que afecta al vecino de abajo, muchas pólizas ofrecen respaldo para los costos de reparación y la responsabilidad civil, evitando conflictos mayores.
La clave está en informarse, comparar y elegir la opción que mejor se adapte a la vivienda alquilada, al entorno y al estilo de vida. No se trata de pagar de más, sino de entender qué se está contratando y por qué.
La seguridad como parte del bienestar
Elegir un lugar donde vivir no debería limitarse a si entra el sillón o si hay una verdulería cerca. El bienestar también se construye desde la posibilidad de descansar tranquilo, sabiendo que no todo recae en la suerte o en la buena voluntad del propietario.
En esa línea, proteger lo propio—aunque lo propio sea alquilado—es parte de una forma de habitar más consciente, más activa. Invertir en seguridad, informarse sobre las coberturas disponibles y hacerse cargo de ciertos aspectos desde el primer día es, en definitiva, una forma de cuidar ese nuevo espacio que empieza a ser casa.
