Noche de ansiosa espera, aguardando la entrega de los premios Olimpia. Entre Rios tenía sus lógicas expectativas con sus deportistas ternados, así se sucedieron las emociones, Teo Migliavaca y Milagros Pereyra, Olimpias de Plata, las dos costas contentas, la provincia entera digo yo, un momento particularmente emotivo las premiaciones de los deportistas paralímpicos. Toda una fiesta, donde las distinciones en general recayeron en quienes más las merecían.
Llegó el momento del máximo galardón, el Olimpia de Oro, y el anuncio fue sorprendente, Emiliano Martinez y Fernando Colapinto. Lo del “Dibu” era una posibilidad con merecimientos, acaba de ser elegido el mejor arquero del mundo, y por segundo año consecutivo, ahora lo del joven Colapinto me sonó a oportunismo exagerado. Con solo un puñado de carreras, sin resultados destacables, acede a tamaña distinción, por ejemplo, Fangio lo gano una sola vez en 1954, primer entrega y tercer campeonato mundial del Chueco, y aunque fue 2 veces más campeón del mundo en F 1, no fue merito suficiente para que lo volviera a ganar, Carlos Reutemann gano en 5 oportunidades el de plata, correspondiente a automovilismo, pero ni el sub campeonato de F 2 o F 1 lo merituaron para el de oro.
Y me quedo pensando y preguntado ¿No se lo merecía el “Maligno” Torres? Única medalla de oro argentina en Paris 2024 ¿Tampoco Eugenia de Armas? Bi campeona del mundo. ¿Y Manuel Andújar? Ganador del Dakar. Si hasta Milagros Pereyra tiene más mérito por ser campeona del mundo en su disciplina deportiva, o el mismo Faustino Oro, maestro internacional de ajedrez a los 11 años, y podría nombrar a otros más de los premiados con el de plata como merecedores del de oro.
Pero indudablemente casi ningunos de los deportistas a los que hice referencia, practican disciplinas taquilleras, no dan ganancias en publicidades que puedan aportar a los programas periodísticos destinados al deporte, entonces así como los ignoran o solo se acuerdan el día que obtiene un triunfo resonante o necesitan cubrir tiempo de programación, menos se acuerdan a la hora de los reconocimientos y es así como diferentes distinciones o premiaciones comienzan a perder seriedad y prestigio.
Por supuesto que los distinguidos no tienen responsabilidad de nada y es deseable que sigan acumulando triunfos y otros logros. Los que si dejaron que desear mucho esta vez fueron los responsables de otorgar dichos premios, que actuaron sin vergüenza ninguna.
Elìas Almada
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