Nuestra cultura occidental se formó, fundamentalmente, con dos grandes civilizaciones: la Romana y la Griega. Fueron las dos vertientes de pensamiento que con el correr de los siglos se aunaron, se mezclaron, se “fundieron” simbióticamente para lograr lo que hoy vivimos con las manifestaciones del arte, la ciencia, la técnica y toda expresión espiritual y material que la define como “Cultura Occidental”.
Dentro de ese andamiaje legado por estas dos civilizaciones, está ese monumental invento del hombre que es el idioma, la lengua, que nos permite comunicarnos entre individuos, entre grupos de seres humanos y entre las sociedades que el Hombre ha construido.
Roma nos legó la Lengua Madre que es el “Latín”, que se enriqueció en el Imperio primariamente con el Griego y secundariamente con otras lenguas como, por ejemplo el Árabe cuando la península ibérica fue ocupada por árabes entre 711 y 1492. También el Latín hizo su aporte significativo a otras lenguas, como las nórdicas, por ejemplo.
Al caer el Imperio Romano en el siglo V, el “latín culto” fue tomando otra forma dentro del “pueblo hablante”, aunque se mantuvo en las instituciones académicas y religiosas. Así fue como en regiones que habían pertenecido al Imperio Romano, el “pueblo hablante” de cada región inició un proceso de transformación “local” del “latín culto” y generó diferentes lenguas. A ese “pueblo hablante” se lo denominaba “vulgo”, para diferenciarlo de clases más “encumbradas” y a los idiomas nacidos por esa causa se les llamó para cada caso “latín vulgar” para distinguirlo de su lengua madre, el Latín.
Esas lenguas hoy se hablan en una región de Europa que formó una de las partes principales y más cercanas a Roma, capital del Imperio Romano. Hoy se denominan genéricamente lenguas “romances”, término que deriva del adverbio “romanice”, que significa “en romano”, que a su vez se asocia a “romanicus”, adjetivo latino que significa “al estilo romano”. O sea que el “vulgo” de cada región hablaba una lengua “tomada” de los romanos. Así se formaron lo que hoy se conoce como Portugués, Italiano, Francés, Rumano y particularmente en España esa transformación idiomática se inició en la región de Castilla, dando origen a nuestro idioma, el Castellano, que los españoles trajeron a América cuando gran parte de este continente fue conquistado y colonizado por ellos.
La lengua Castellana portada a América por Colón y luego por sus seguidores conquistadores y colonizadores españoles, aquí se afincó. Con el transcurso de los siglos, esa lengua Castellana conservó sus raíces y su estructura, pero recibió aportes de las lenguas locales. Tanto es así que el Castellano que se habla, por ejemplo, en Centro América, si bien es estructuralmente el mismo, en sus expresiones, giros idiomáticos, modulaciones, acentuaciones y muchas veces en significados de una misma palabra, es diferente al que se habla en Perú o en Uruguay. Y es absolutamente lógico, porque América tiene una diversidad cultural que es más antigua que la llegada europea al Continente. Las culturas: Maya, Azteca, Quechua, Guaraní, Toba, Ona, etc., diferentes entre sí, han aportado a la lengua Castellana palabras, giros idiomáticos y otros elementos del idioma que lo han enriquecido y lo han diferenciado del Castellano original traído por los españoles. Hoy podemos decir que en cada país de habla Castellana de América se habla un “Castellano” local, que incluso a veces dentro de un mismo país, se diferencia.
Por su parte en España la Lengua oficial del Estado es el Castellano, según lo dicta la Constitución Española actualmente vigente que en su Artículo 3 dice, textualmente:
- El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
- Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
- La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.
Según reza en Internet: “aunque en Argentina no tiene ningún idioma oficial, la lengua más utilizada del país es el castellano, que tiene ligeras diferencias respecto al utilizado en España”. Esta frase implica que el idioma utilizado en España es el Castellano, no el “Español”.
Si citamos ejemplos al azar para advertir diferencias, los argentinos usamos el “voceo” para hablar en confianza, mientras los españoles hablan de “tu”. Los argentinos al hablar no usamos en las conjugaciones de los verbos el “vosotros” -segunda persona del plural- reemplazándola por “ustedes” seguido por el verbo en tercera persona del plural, cosa que en España no se usa. A un argentino no se le ocurre usar el adjetivo “gilipollas” para calificar a un “idiota” y usamos otras palabras más “gruesas” o “pesadas” que tienen su raíz en las boleadoras que usaban los nativos de estas tierras americanas en las batallas contra “el hombre blanco” y probablemente a un español no se le ocurre llamar “Croto” a una persona descuidada en su aspecto exterior. Seguramente un español jamás llamaría “Upite” al ano de una persona, pues es una palabra quechua, como lo son “Cura”, por un “sacerdote”, “Miski” que significa “dulce”, “Cancha” como “recinto cerrado”, “Carpa” como “toldo”, “Chacra” como “pequeña extensión de tierra”, “Mate” como “calabacita”, “Pampa” como “terreno amplio y llano” y tantas otras. No cito, por extensa, la lista de palabras guaraníes incorporadas a nuestra lengua. Sin duda, los españoles en su Castellano usan palabras y expresiones que los americanos, “Castellano hablantes”, desconocemos.
Esas son pequeñas citas de muchas que se podrán hacer, pero que demuestran que los argentinos y los españoles hablamos una lengua estructuralmente igual, pero muy diferente en sus formas, palabras, entonaciones y hasta pronunciaciones. El ejemplo más esclarecedor de esto último es la pronunciación de la letra “c” antecediendo una vocal débil, donde un argentino la pronuncia como “s” (hecho que le trae muchos dolores de cabeza) y un español la pronuncia correctamente como a la letra ”zeta” porque en la lengua Castellana no hay alguna palabra (se excluyen los nombres propios como Zenón, por ejemplo) donde la “zeta”, anteceda a una vocal débil, salvo el nombre propio de esa letra.
A esta altura, Ud. se preguntará cuál es el objetivo de estas disquisiciones. Es muy simple y lo describiré paso a paso.
Nuestra lengua madre, más que “madre”, sin duda, ha sido el Latín. Luego, en el Reino de Castilla, España, surgen las modificaciones al “latín culto” por el uso del “pueblo hablante” y nace un “latín vulgar” que se concreta en el “Castellano” como idioma, o sea una lengua derivada del “Latín culto” original. Ese idioma es adoptado por España, donde Alfonso X “el Sabio”, Rey de Castilla (1221-1284) dio el “puntapié inicial” al dirigir obras de elevada cultura en Castellano, idioma rechazado por “personas cultas” por considerarlo “prosaico”. Ese idioma nacido en España, en el Reino de Castilla, se denominó “Castellano” y llegó a América en bocas y papel de conquistadores y colonizadores y aquí se afincó. Los españoles a través de los siglos siguieron hablando el Castellano en España a su modo, mientras en América el “Castellano” se adaptaba en cada región, modificaba su léxico según las costumbres y hábitos de cada región, “se cantaba” en distintas tonalidades de voz según, incluso, las pronunciaciones de palabras de los idiomas nativos que aportaban al Castellano. En Paraguay y en la provincia argentina de Corrientes, el Castellano se “canta” diferente pues tiene la influencia del “canto” de las palabras en Guaraní, idioma nativo que tanto en Paraguay como en Corrientes está incorporado en sus Constituciones como idioma oficial. Es decir que cada región de América conservó estructuralmente al Castellano como lengua y lo enriqueció, mientras en España el Castellano siguió evolucionando, como es lógico en una lengua, según sus costumbres y su cultura, enriqueciéndose como idioma “a la española” y hablándose como tal.
O sea, en definitiva, que todos hablamos Castellano, los Españoles “a la española” y los Americanos “a su propia región”, pero … y esto es muy importante: en América no se habla “Español”, porque el “Español” es el Castellano que se habla en España, no el que se habla en Nicaragua, o en México o en Uruguay, o en Perú o en Argentina. Los americanos tenemos la estructura Castellana del idioma, como los españoles, es cierto, pero no hablamos y muchas veces ni siquiera escribimos “como los españoles”, … ni cerca.
Aclaro algunas cosas:
- No soy especialista en idiomas (filólogo). No tengo estudios sobre ese tema. Reitero: NO LO SOY, soy un simple y sencillo ciudadano que, justamente, opina que no debemos llamar “Español” al idioma que hablamos los americanos y en particular los argentinos, que hemos tenido tantas influencias de lenguas autóctonas y de lenguas extranjeras debido a las históricas “oleadas” de inmigrantes de muchas nacionalidades, hecho que permitiría que llenar varios libros con palabras y expresiones incluidas en nuestra lengua, que en España no se conocen.
- No pretendo polemizar con especialistas que, sin duda, saben infinitamente más que yo acerca del tema; simplemente expreso mi pensamiento y estoy seguro que habrá gente que estará de acuerdo conmigo y otros que dirán que estoy desvariando al pensar de esta forma. El mundo es mundo y cada uno tiene derecho a opinar, por eso OPINO.
Así sea y en paz con todos.
Ángel Claudio Benito Mazzarello
DNI 5.812.093