Ayacucho palabra que significa en quechua «Rincón de los Muertos», también significa libertad e independencia. Solo su nombre, resume 17 años de lucha de ideales, de americanismo y de gloria, la última batalla y una de las más significativas de la Independencia Americana, librada el 9 de diciembre de 1824. Era un día pleno de sol en las alturas del Condorkanqui. El Dios Febo iluminaba el escenario de la que sería la Última Gran Batalla de la Emancipación Americana. De un lado, un poderoso ejército realista de más de 9.000 hombres, conducido por el virrey del Perú, Teniente General José de la Serna. Enfrente el Ejército Patriota de cerca de 5.800, de unidades de la Gran Colombia, el Perú y la Argentina, estaba al mando del venezolano Mariscal Antonio J. de Sucre, las fuerzas argentinas, que incluían a los Granaderos a Caballo, formaron en el centro del dispositivo aliado, dirigidas por el General inglés William Miller. Sucre había organizado una posición que permitía ser atacada solamente por el frente, al estar sus dos flancos apoyados en barrancos casi inaccesibles, y entre sus oficiales y jefe contaba con numeroso oficiales argentinos, todos muy destacados en la guerra de la independencia, tales como José de Olavarría, Juan Isidro Quesada, José María Plaza, Eustoquio Frías, Juan E. Pedernera, Francisco Aldao, Román A. Deheza, Juan Pringles y Cecilio Lucero. Al frente de los Húsares de Junín estaba el coronel Manuel Isidoro Suárez. Antes del inicio de la batalla, el general Sucre arengó a sus tropas:
«¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!» Antonio José de Sucre
“Nuestra línea formaba un ángulo; la derecha, compuesta de los batallones Bogotá, Boltijeros, Pichincha y Caracas, de la primera división de Colombia, al mando del señor general Córdova. La izquierda de los batallones 1. ° 2. ° 3. °, y legión peruana, con los húsares de Junín, bajo el ilustrísimo señor general La Mar. Al centro, los granaderos y húsares de Colombia, con el señor general Miller; y en reserva los batallones Rifles, Vencedor y Bargas, de la primera división de Colombia, al mando del señor general Lara.” Del parte de la batalla de Ayacucho
Fuerzas Patriotas:
Comandante en Jefe: Antonio José de Sucre
Oficialidad:
Agustín Gamarra, jefe de Estado Mayor
Francis Burdett O’Connor, primer ayudante de campo
República del Perú División del Perú (Izquierda), jefe de división José de La Mar
Batallón de la Legión Peruana, jefe José María Plaza
Batallón de Línea número 1, jefe Francisco de Paula Otero
Batallón de Línea número 2 (Trujillo), jefe Ramón Gonzales
Batallón de Línea número 3 (Callao), jefe Miguel Benavides
Gran Colombia División 1º de Colombia (Reserva), jefe de división Jacinto Lara
Batallón Vencedor en Boyacá, jefe Ignacio Luque
Batallón Pantano de Vargas, jefe José Trinidad Moran
Batallón Rifles, jefe Arthur Sandes
Gran Colombia División 2º de Colombia (Derecha), jefe de división José María Córdova
Batallón Bogotá, jefe León Galindo
Batallón Voltígeros, jefe Pedro Guash
Batallón Pichincha, jefe Manuel León.
Batallón Caracas, jefe José Leal
División de Caballería, jefe de división William Miller
2 escuadrones de Húsares de Junín, jefe Isodoro Suárez
1 escuadrón de Granaderos a Caballo de los Andes jefe Alejo Bruix
2 escuadrones de Granaderos de Colombia, jefe Lucas Carvajal.
2 escuadrones de Húsares de Colombia, jefe José Laurencio Silva
Una o dos piezas en una sola batería
Cerca de las diez de mañana, el Ejército del Rey desciende de su posición elevada en las alturas del Cerro Condorkanqui y comienza la batalla que definiría el futuro de la América del Sur. El dispositivo organizado por el general Canterac preveía que en un primer movimiento la división de vanguardia de Valdés, cruzara el río Pampas y en solitario rodease el flanco del ejército enemigo, para fijar en el terreno a las unidades peruanas de la izquierda de José de La Mar. En una segunda fase, dejando solo en la trinchera al regimiento de Fernando VII, el grueso del ejército realista, compuesto por las dos divisiones de Monet y Villalobos, debía descender en hileras desde el cerro Condorcunca, y por su estrecho paso, formar en columnas de marcha para llegar a la llanura y desplegarse en la pampa para cargar contra el grueso del enemigo. Quedarían en reserva los dos batallones Gerona dispuestos para una eventualidad. Sucre se dio cuenta inmediatamente de la arriesgada maniobra, que resultaba evidente en la medida que los realistas se encontraban en una pendiente, imposibilitados de camuflar sus movimientos durante el descenso del cerro. El coronel español Joaquín Rubín de Celis, que mandaba el regimiento primero del Cuzco, seguido del Imperial, y que debía proteger el emplazamiento de la artillería, la cual había descendido de forma anticipada y se encontraba despiezada y cargada en sus mulas, interpretó defectuosamente órdenes directas de Canterac, y se adelantó impetuosamente al llano, «se arrojó solo y del modo más temerario al ataque», donde su unidad fue destrozada y él mismo muerto en el decisivo ataque de la caballería colombiana y la división de Córdova, que seguidamente avanzan, en formaciones compactas de batalla por el llano, hacia la base del cerro Condorcunca y que, con un fuego eficaz, empuja atrás a los dispersos tiradores de la división de Villalobos, acabados de formar una Guerrilla y fusila las columnas que descienden del cerro. La división de Córdova y la caballería de Colombia entonces son reforzadas por el resto la caballería de Miller, los Húsares de Junín y Granaderos de los Andes, junto a la legión peruana y el regimiento número uno del Perú. Todos juntos acribillan directamente a la masa desorganizada que desciende de las montañas y que bajo el fuego trata de agruparse en columnas para descender y formar infructuosamente su línea en el llano de la pampa
Córdoba da las órdenes finales
Fue en este momento del ataque cuando el general José María Córdova pronunció su famosa frase «División, armas a discreción, de frente, paso de vencedores». La artillería realista era capturada sin apenas disparar seis tiros.
“Atención: La artillería enemiga ha quedado anulada…Ahora estamos a mano…Hay que ordenar las cargas: Primero cargaré yo sobre sobre el centro de la fuerza enemiga. Luego Laureano Silva con sus lanceros colombianos. En su apoyo, Lara con sus escuadrones…y entonces, Suarez con los Húsares de Junín y Bruix con los Granaderos…”
Culminaba la libertad de América. Y entre esos casi 15.000 combatientes hay un puñado de argentinos, apenas ochenta Granaderos. Alto el sol de Ayacucho anunciaba la gloria de la carga final. Y allí estaba Alejo Bruix, coronel ahora, frente a sus ochenta granaderos. Allí estaba, el último jefe de aquel grupo de veteranos; los únicos que quedaban del total de 4000 hombres con que San Martín cruzara los Andes.
Los granaderos de Ayacucho
“Esos ochenta Hombres de caballería que habían venido desde las lejanas tierras del Plata sobreviviendo a tantos que habían regado con su sangre y sus huesos todos los campos de batalla americanos.
Ochenta Granaderos a Caballo de los Andes están allí. Al mando de un francés, hijo de un almirante de Napoleón.
Se coloca delante de su puñado de valientes. Los caballos se encabritan. Saben lo que ha de suceder…
Sucre le acaba de dar la orden de atacar al Gral. Miller, hasta ese momento la división del Gral. Córdoba había logrado contener el furibundo ataque realista con el apoyo de los Usares de Junín al mando de Isidoro Suarez y la División del Gral. De La Mar; Bruix tenía como segundo a Félix Bogado, (uno de los lancheros paraguayos que alerto a San Martin de los movimientos realista en San Lorenzo el 3 de febrero de 1813 y que desde entonces integraba la filas patriotas), es en ese momento que Bruix se dirige a sus hombres:
“¡Cuerpo de Granaderos! Doce años de gloria pesan sobre vuestras espaldas…
Pertenecer a este regimiento es haber asumido el más solemne compromiso de bravura, de conducta y de amor a la Patria…Desde San Lorenzo hasta Junín, cada vez que la bandera granadera flameó en el campo de combate, un chispazo de gloria brilló bajo el sol….
El destino ha querido que yo, nacido bajo un cielo distante, sea quién os conduzca a esta batalla en la que podemos sellar la libertad de un continente.
Solo sois ochenta soldados, los que habéis quedado de aquel heroico regimiento…
Uno por uno puedo nombraros…Os conozco como pudiera conocer a mis hijos porque estáis todos dentro de mi corazón…Soldados del Cuerpo de Granaderos a Caballo, veteranos del coraje…amigos míos…Que esta última carga cierre un ciclo de gloria. Y ahora gritemos todos: Viva la Patria…!!! “”
Y ochenta voces le respondieron: ¡¡¡Viva la Patria!!!.
Bruix llama a su Trompa de Órdenes, posiblemente Mariano Chepoyà (aborigen misionero que realizó toda la campaña libertadora), y le orden tocar «A degüello», Desenvaina su sable, y manda a aquel grupo de centauros a hacer lo mismo y vocifera:
-¡Granaderos! ¡A la carga! ¡A vencer o morir!” Roberto Colimodio Galloso, Granaderos Bicentenarios.
Apenas pasado el mediodía las glorias de la patria realizan su última carga, para dejar sellada definitivamente la Independencia americana.
El final de la batalla
El general Monet y su infantería, lo mismo que la caballería de Ferraz, bajan del cerro a pie, en hileras, y trata de reagruparse en columnas bajo el fuego enemigo, para alcanzar el llano de la pampa y formar la línea de batalla. Monet a la cabeza de su división cruzó el barranco, y ordenó a sus batallones lanzarse sobre la división de Córdova. En columna cerrada recibían la lluvia de metralla durante el descenso, y cuando apenas lograba formar uno de sus batallones en el llano, este era aniquilado, y seguido de otro, relevado por el siguiente, así sucesivamente el Infante, el Burgos y el Guías fueron destruidos por el ejército de Sucre. Durante estas acciones Monet fue herido y tres de sus jefes muertos. Los dispersos arrastraron en su retirada a los restos la milicia de Monet. La caballería realista al mando de Ferraz, que bajaba a pie el descenso, llevando de la brida sus caballos, se reagruparon igualmente bajo la lluvia de balas con el propósito de formar en el llano, pero uno tras otro eran cargados por los escuadrones de caballería patriota, apoyados por el vivo fuego de la infantería de Córdova, que causaron una enorme cantidad de bajas en los jinetes de Ferraz, cuyos escasos sobrevivientes fueron obligados a volver grupas y retirarse del llano. En el otro extremo de la línea, la segunda división de José de La Mar, apoyada por el batallón Vargas de la tercera división de Jacinto Lara, detuvieron la acometida de los veteranos de la vanguardia de Valdés, que se habían lanzado a tomar la solitaria casa ocupada por algunas compañías independentistas, las cuales fueron arrolladas y obligadas a retroceder, y posteriormente serían reforzadas por la carga de los Húsares de Junín bajo la dirección de Miller a los que se sumaría luego la Legión peruana, que apoyaba a la división de Córdova. El Virrey La Serna y demás oficiales intentaron restablecer la batalla y reorganizar a los dispersos que huían y el mismo general Canterac dirigió la división de reserva, compuesta por ambos batallones de Gerona, para descender a la llanura. Esta tropa fue atropellada por los restos de la caballería en retirada y se dispersó antes de enfrentarse al enemigo, siguiéndole, luego de una débil resistencia, el disminuido batallón Fernando VII que había quedado guardando la trinchera. A la una de la tarde el virrey había sido herido y hecho prisionero junto a gran número de sus oficiales, y aunque la división de Valdés seguía combatiendo en la derecha de su línea, la batalla estaba ganada para los independentistas. Las bajas patriotas fueron 370 muertos y 609 heridos mientras que las realistas fueron estimadas en 1800 muertos y 700 heridos.
Alejo Bruix
Alexis Vital Joseph, barón de Bruix, llamado Alejo Bruix en Sudamérica (Brest, Francia, c. 1790 – Callao, Perú, 1825), militar francés que participó en las campañas napoleónicas en el 5. º Regimiento de Chasseurs a Cheval (Cazadores a caballo), y como miembro de la caballería del Ejército de los Andes en Chile y de la expedición libertadora del Perú. Hijo de Étienne Eustache Bruix, almirante francés derrotado en la batalla de Abukir durante las guerras napoleónicas, Alexis se alistó en el ejército como oficial de la Guardia Imperial, combatiendo en la campaña de Rusia. Llegó a ser paje del emperador francés, adquiriendo el título de barón.
Después de la batalla de Waterloo y al igual que otros oficiales franceses, Alejo y su hermano mayor Eustaquio Bruix viajaron a Buenos Aires, donde arribaron el 14 de junio de 1818, y tres días más tarde ofrecieron sus servicios para combatir contra el Imperio español. En el mismo buque viajaron también Juan José Dauxión Lavaisse, Benjamín Viel y Federico de Brandsen. Los dos Bruix fueron dados de alta en el Ejército de los Andes después de la batalla de Chacabuco, en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Ambos lucharon en Cancha Rayada y Maipú, hicieron la Segunda campaña al sur de Chile y pelearon con los Granaderos a caballo en la Batalla de Bío Bío, en la que Eustaquio Bruix murió en combate, atravesado por una bala de cañón. Alejo se unió a la Expedición Libertadora del Perú; entró con el general José de San Martín en Lima y se destacó en la toma del puerto y castillos del Callao. A continuación, hizo la campaña de Quito con Andrés de Santa Cruz y Juan Lavalle, distinguiéndose en Riobamba y Pichincha y obteniendo el ascenso a teniente coronel. Durante las campañas de Simón Bolívar en el Perú, se amotinaron los Granaderos, uniéndose a la sublevación del Callao, en protesta por el pésimo trato que recibían de su jefe, el general Enrique Martínez. Los amotinados se cambiaron de bando, entregando la plaza fuerte a los realistas. Bruix, al saber de la sublevación se dirigió al frente de un piquete de granaderos a caballo en busca de las fuerzas de Bolívar, salvándolos del amotinamiento. Luego de reunirse con los granaderos comandados por Bogado, fue nombrado jefe del escuadrón remanente del Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes por Bolívar, denominados desde ese momento como Granaderos de los Andes.
Repercusiones en Buenos Aires
La noticia del triunfo de Ayacucho demoró en llegar a Buenos Aires. El teniente coronel Medina, el correo que llevaba los pliegos oficiales, fue muerto en Guando por una partida de rebeldes que no lo reconocieron. Recién en la noche del 21 de enero de 1825, gracias a una carta enviada desde Lima por el comerciante inglés Cochrane, los porteños se enteraron de la victoria. Hubo festejos, fuegos artificiales, reuniones y manifestaciones callejeras.
En la posada con patio del inglés James Faunch, en la esquina de Rivadavia y 25 de mayo, uno de los mejores alojamientos de la ciudad, los comerciantes británicos ofrecieron un banquete con 100 cubiertos, al que asistieron ministros, diplomáticos y ciudadanos. Se reconocieron a viva voz a militares vivos y muertos y se recordaron batallas en 14 brindis. También hubo festejo en el Consulado ofrecido por los ministros de Gobierno y de Guerra, que reunió a lo más calificado de la sociedad porteña. En todas las celebraciones, los salones fueron adornados con los retratos de Bolívar y Sucre, y con las banderas de varios países americanos.
No se recuerda ninguna mención a José de San Martín. El 10 de febrero de ese año, el Libertador había partido a Europa. Desde que dejó Perú, debió soportar una intensa campaña de desprestigio y hasta se enteró de planes para asesinarlo previo a su viaje desde Mendoza a Buenos Aires.
El lunes 13 de febrero de 1826, en el más absoluto silencio llegaron a la Plaza de la Victoria. Los retos del ejercito de Los Andes, como parte de las tropas volvían 78 granaderos de los escuadrones 1º, 2º y 3º, de ellos, siete tenían el récord de haber peleado desde el combate de San Lorenzo, librado trece años atrás: el paraguayo José Félix Bogado, el cordobés José Paulino Rojas, el catamarqueño Francisco Olmos, el puntano Eduardo Damasio Rosales, Segundo Patricio Gómez, Francisco Vargas y el guaraní Miguel Chepoyà, trompa de órdenes.
Elías Almada
Correo electrónico: almada-22@hotmail.com
Fuentes: Granaderos Bicentenarios, Infobae, Ruiz Moreno, Isidoro J. (2005). Campañas militares argentinas: la política y la guerra, Volumen 1
