Dice el investigador Manuel Florencio Mantilla que el chamamè proviene de chacha o chaná, tribu que habitaba sobre la costa del Río Uruguay. Según Mantilla, los jesuitas descubrieron este ritmo musical en esta población y que a raíz de los aborígenes significa el conjunto o en el montón de los cha o chana.
Por otro lado, Juan de Bianchetti, conocedor y estudioso del idioma guaraní, afirma haber comprobado personalmente que la tribu kaiguá de Santa Catarina (que un tiempo habitó parte de Corrientes y Misiones) canta y baila una danza llamada chamamé, que tiene el mismo ritmo melódico y desplazamientos coreográficos del baile, acompañándose con una especie de tambor redondo y alargado, una flauta de tacuara de cinco agujeros y una guitarra de cinco cuerdas, llamada también mbaracá. Este estilo de danza y música se cultiva en otras zonas como Paraguay, noroeste de Uruguay, sur de Brasil (donde es muy popular gracias a la identidad gaúcha), la Patagonia chilena y sur de Bolivia. El chamamé es el nombre originario de la música y el baile guaraní, que se ha perpetuado en Corrientes. Esta aparente denominación contemporánea es por la extranjerizante modalidad de perseguir todo lo guaraní, que se practicó desde la conquista.
Se puede decir que en la etapa inicial del chamamé se habla de un elemento espiritual y filosófico llamado “Jeroky ñembo’e” (Danza de plegarias), ceremonia sagrada de los avá guaraní en la que participa toda la comunidad. Dicha ceremonia se desarrollaba entre danzas y música del mbaracá y takuapu (bastón rítmico de uso femenino), alternada con sermones del chamán y cuyo objetivo era y es fortalecer los vínculos entre los seres divinos y los miembros de la comunidad. Es un momento de síntesis de todos los aspectos de la cultura avá guaraní, pues los chamanes transmiten los valores culturales y los relatos míticos como una oportunidad para recordar la memoria colectiva, y a la vez rito, celebración, fiesta y alegría. Las celebraciones buscan fortalecer el contacto de los hombres con el mundo de los animales y los dioses, desterrar las fuerzas malignas, y lograr salud y calma al espíritu. Se realizan por diferentes motivos, entre ellos: Ñemongarai (bautismo), propiciatorio y de bendición de los frutos; Yvakuera ñemongarai, para saludar las primeras recolecciones de frutos silvestres; y Temitÿnguera, para el agradecimiento por los cultivos. Estas ceremonias se desarrollaban en el “o’guasu”, casa ceremonial, donde se ubicaban los elementos para el ritual, incluso una batea de cedro, donde con antelación se ha preparado la kãguy, bebida fermentada del maíz.
La influencia de la conquista y otras corrientes culturales:
Según la investigadora del Conicet Susana Antón Piasco, los Jesuitas otorgaron gran importancia a la enseñanza musical con un fin religioso, y se preocuparon por adaptarla a todos los usos y capacidades. Desde la utilizada en la catequesis hasta el entrenamiento de músicos capaces de interpretar obras litúrgicas del barroco europeo, quizás la labor más importante y que crea la estructura del proceso musical que con el tiempo dio fisonomía al chamamé, fue la del padre Antonio Sepp, quien llegó a Yapeyú en 1691, quien nos dice: “Para ser más preciso, había fundado en mi pueblo de los Tres Reyes Magos de Yapeyú, una escuela de música y enseñado con gran empeño durante tres años, no solamente a mis indios, sino también a los de otros pueblos. Me los enviaban hasta de las más remotas reducciones para que los instruyera no solo en el canto sino también en la música instrumental. Les enseñaba a tocar el órgano, el arpa, la tiorba, la guitarra, el violín, la chirimía y la trompeta. Es más, los he familiarizado con el dulce salterio que no solo aprendieron a tocar sino tambien a construir instrumentos. En varias reducciones existen, hoy día, maestros indios que saben hacer de la vibrante madera de cedro un arpa de David, clavicordios, chirimías, fragotes, y flautas”. La música, entonces dejó ser algo estrictamente religioso, para ser danza festiva, ya mezclada con los ritmos y cantos nativos. Pocho Roch, sostiene: “el chamamé desde la época jesuítica dejó de ser paulatinamente un rezo-danza de ritmo binario, conducido por el payé para convertirse en una danza de recreación, con un ritmo ternario de 6×8. Se emplea el mambí takupï como instrumento melódico, el rasguido de la guitarra espinela, la percusión del tambu o guatapú y la conducción de un bastonero”. Por su parte, las investigaciones del Padre Zini respecto al origen de la danza del chamamé sugiere la influencia de antiguas danzas cortesanas europeas como la pavana, la gallarda y el canario, populares entre los siglos XVII y XVIII, introducidas por los jesuitas a estas tierras, siendo Yapeyú el epicentro de su expansión. Otros autores afirman que en los talleres musicales de Yapeyú se construía un instrumento musical, una especie de caja de madera con agujeros a la cual se insuflaba viento por un sistema de fuelle manual, copiando del fuelle a pedal del órgano, y similar al usado en la fragua. Los sonidos de este instrumento se lograban tapando y destapando con los dedos los agujeros de la caja, en actitud similar a la digitación que actualmente se realiza con los botones del acordeón. Este instrumento sería perfeccionado en Alemania, patentado en 1829 por Damián de Viena bajo el nombre de acordeón. Pero el origen de este instrumento es indudablemente correntino. Cabe recordar que los jesuitas, que llegan a estas tierras provenían de Austria y otras zonas cercanas a ella, mantenían contacto con sus pares europeos por lo tanto así como traían novedades tambien la llevaban. Así mismo el esparcimiento musical de los afro descendientes fue estimulado por los españoles en tanto constituyó una táctica para tenerlos calmos, reduciendo así los motines y revueltas que, por su condición de dominados, no pocas veces sucedían. Los primeros negros llegaron a Corrientes a finales de 1640, primero esclavos, y luego sirvientes, quienes se integraron a la vida social y cultural correntina. Se puede establecer que tanto guaraníes como negros reconocían a la música como una forma especial de poder y que al permitirla o censurarla los blancos demostraban su dominio. Hay testimonios que ya en los barcos negreros se los obligaba a danzar y cantar en cubierta. Tanto los negros esclavos como los libres se reunían con regularidad para bailar y cantar. Los esclavos lo hacían después de haber atendido a sus amos, aunque muchos solían escaparse para tal fin. Para tocar, cantar y bailar se reunían en “huecos”, de allí Cambá Cuá, espacio abierto de Corrientes que con el tiempo se constituyó en un barrio. Las fiestas de muchas capillas de San Baltazar y de otros santos católicos, son presididas por reina/s y rey/es entronizados para tal fin. Se constituyen únicamente por promesa y suelen ser los mismos durante varios años. Su deber es presidir el baile, sentados y portando la bandera o el estandarte del santo durante la procesión. Su vestimenta consiste en túnica roja, capa amarilla, cetro y corona. Estos actores-reyes adoptan una postura sedente proclive a la inmovilidad. A este santo están dedicados los chamamés candombes Cambá Cuá (agujero o cueva de negros, en idioma guaraní) y Cambá Jeroky (baile de morenos o negros), compuestos por Osvaldo Sosa Cordero, conocedor de la festividad y de la música desarrollada en estos eventos por haber nacido en Concepción (Yaguareté-Corá), y por haber vivido estas festividades en el barrio Cambá Cuá de Corrientes siendo asiduo asistidor a bailes afro porteños mientras vivía en la Ciudad de Buenos Aires. Con las corrientes migratorias del 1800 se producen nuevas influencias musicales. A principios de ese siglo, cuando se abre el puerto de Buenos Aires y comienza a perfilarse como ciudad independiente, los elementos y novedades culturales llegan directamente desde París, pues se invierte el trayecto que se mantuvo durante el virreinato (Lima-Santiago-provincias argentinas). Por este nuevo itinerario llega el vals entre 1804 y 1805. Es la danza que aportó como innovación el enlace de la pareja que hasta ese momento bailaba suelta, y la ejecución de giros rápidos, tambien la polca europea que musicalmente es binaria; esta forma es la que se afinca en la zona pampeana. En la faz coreográfica influye en muchas danzas de pareja suelta que reemplazarán algunas figuras por partes de polca, como el gato polqueado. En Corrientes y en Paraguay la forma musical binaria europea de la polca se modifica y convierte en una forma musical ternaria. Esta modificación comprueba cómo el pueblo, creador anónimo permanente, recibe los elementos del complejo cultural que lo rodea. Previa selección, asimila algunos y a éstos los va recreando hasta convertirlos en la expresión que lo representa en su carácter, en su estilo de vida, a su tierra. La polca se convirtió en la danza nacional del Paraguay, ejecutada tradicionalmente con arpa paraguaya, lo que le da una musicalidad propia. La polca en Argentina también fue ejecutada con arpa hasta que en la segunda mitad del siglo XIX aparece el acordeón en las poblaciones rurales, por lo que el arpa se circunscribe al Paraguay. El acordeón, por las dificultades que presenta su ejecución, hace que la polca pierda rapidez y sea más pausada, lo que da origen a la polca correntina. El siglo XX trae aparejado otra conmoción coreográfica, pues aparecen el tango y la milonga en los suburbios de Buenos Aires, y con ellas el bandoneón, que es aceptado en la campaña mesopotámica, compartiendo las preferencias con el acordeón y a veces reemplazándolo. Con Isaco Abitbol, correntino y nacido en Alvear en 1917, hijo de padres judío – marroquíes, el bandoneón comienza a acompañar al acordeón en el chamamè.
Abitbol es considerado el “Patriarca del Chamame” por encabezar la primera generación de chamameceros que alcanzan renombre nacional, llegan a los bailes y escenarios Mario del Tránsito Cocomarola, Osvaldo Sosa Cordero, Herminio Giménez, Ernesto Montiel, y Constante Aguer, entre otros, aparece el primer gran conjunto litoraleño “Santa Ana” y el chamamé llega al disco con “Corrientes Potý”, obra musical de Francisco Pracànico con letra de Diego Novillo Quiroga, llevado al disco por Samuel Aguayo Esta obra no tardó en sumarse a la discografía de dos figuras fundamentales dentro de la temática ciudadana: Dora Davis e Ignacio Corsini. La segunda generación, lo es por el periodo de sus grabaciones y éxitos, ya que son contemporáneos de los pioneros. Realizaron una intensa labor de difusión del chamamé en la región del litoral argentino, Paraguay y el Sur del Brasil. Los avances tecnológicos permitieron mejorar la calidad del sonido y de las grabaciones. Destacan las figuras femeninas como María Kalasakis y Ramona Galarza, esta última la más conocida de la música litoraleña; su versión en guaraní de “Kilómetro 11” es el himno chamamecero por excelencia. Otros artistas destacados de la época fueron Tarragó Ros, Mario Millán Medina, Ramón Ayala, Argentino Lucero, Armando Blas Martínez Riera y Raúl Barboza por nombrar algunos. La tercera generación la componen, por nombrar algunos: Teresa Parodi, Pocho Roch, Emilio Chamorro, Pedro de Ciervi, Nicolas Burgardt, El dúo Rosendo y Ofelia, Los de Imaguaré, Joaquín “El Gringo” Sheridan, Santiago “Bocha” Sheridan, Mario Vega, Ramón Medina, Antonio Tarrago Ros, Paquito Aranda, Mario Bofill, Los Alonsitos, es la que tiene vigencia en estos momentos junto a una cuarta generación, en la que se destacan los acordeonistas Alejandro Brittes y Chango Spasiuk, siendo Brittes el primero en llevar el Chamamé a la Library Of Congress en septiembre de 2023.
El chamamè en sus letras nos recrea leyendas, nos pinta pueblos y parajes, no hace conocer las anécdotas y vicisitudes del campo y la ciudad y nos lleva a rememorar la mismísima historia y sus personajes tanto los desconocidos regionales como los fundacionales de la Nación. No es una simple expresión cultural más, si es que hay expresiones culturales simples, el chamamè es historia con música.
Algunos Chamameceros:
De Corrientes
Isaac “Isaco” Abitbol, (Alvear, Corrientes, 29 de noviembre de 1917 – Ciudad de Corrientes, 6 de marzo de 1994), conocido como el Patriarca del Chamamé, es considerado como uno de los pioneros del mismo y la música litoraleña, de Argentina. En 1942 formó el Cuarteto Santa Ana, junto con Ernesto Montiel, el primer conjunto de chamamé que alcanzó la fama masiva. Luego integró entre otros, el Trío de Oro y el Trío Pancho Cué. Su discografía está compuesta de 21 álbumes con grupos propios más los que grabó con el Cuarteto Santa Ana. Entre sus canciones exitosas se destacan “La Calandria”, “General Madariaga”, “Ñatita”, “Don Chirú”, “Padrino Tito”, “Martínez Gutiérrez”, “La taba”, “La carrera”, “La zurda”, “Paraje Bandera Bajada”, “Serenata del amanecer”, “La yapa”, “El lamento”, “Estampa correntina”, “Bodas de plata”, compartiendo en algunos casos la autoría con Ernesto Montiel.
Si bien Corrientes es considerada como la provincia chamamecera por excelencia, todas las provincias litoraleñas tienen sus representantes
De Misiones:
Ramon Ayala, Ramón Gumersindo Cidade Morel (Garupá, 10 de marzo de 1927- Buenos Aires, 7 de diciembre de 2023), más conocido como Ramón Ayala, fue un cantautor, escritor, poeta y pintor, era el mayor de cinco hermanos, y a raíz de la muerte de su padre desde muy niño vivió en Buenos Aires. Siempre se interesó en las canciones regionales guaraníes, y a los 14 años comenzó a tocar la guitarra. Luego se relacionó con el músico paraguayo Herminio Giménez (creador de polcas y guaranias, y de la Orquesta Folclórica de la Provincia de Corrientes). Comenzó tocando con el mendocino Félix Dardo Palorma, el correntino Rulito González y el rosarino Damasio Esquivel. Con este último chamamecero debutó en radio Rivadavia y el Palermo Palace, luego siguió con Emilio Biggi, Juan Escobar, Samuel Aguayo, Mauricio Valenzuela y otros. Trabajó en el grupo musical de la cantante catamarqueña Margarita Palacios. Viajaron por el Noroeste argentino y la Patagonia. Más tarde cantó y tocó la guitarra con Arturo Sánchez y Amadeo Monjes, en el trío Sánchez-Monjes-Ayala. Hacia 1960 creó el ritmo llamado “gualambao” con la idea de darle un estilo propio y único a su provincia, ya que Misiones carece de un ritmo peculiar o exclusivo de su locación. El ritmo está formado por dos de polca encadenados por una permanente síncopa que le confiere una fisonomía particular. En 1962 viajó a Cuba, invitado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Allí pudo conocer al revolucionario argentino Che Guevara (1928-1967), y comprobar que su canción “El mensú” había sido cantada en los fogones de Sierra Maestra, durante la Revolución Cubana (en 1958-1959). Luego, por espacio de diez años, viajó por España, Suecia, Francia, Italia, Rumania, Chipre, Uganda, Kenia, Tanzania, Líbano, Turquía, Kuwait Irak, las islas de los pescadores de perlas en el golfo Pérsico, Irán, Persépolis, Kurdistán (donde visitó la iglesia de los adoradores del diablo), Baréin y otros países del Oriente Medio, realizando recitales y muestras de pinturas. En 1976 publicó su primer disco, El mensú. Además, posee cinco horas de cine filmado en la región árabe.
Blas Martinez Riera, Bandoneonísta, autor y compositor, nació en la ciudad de Posadas el 16 de septiembre de 1936 y falleció en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, el 18 de febrero de 2022. Criando en un ambiente musical, su padre Julio Martínez era un destacado músico y profesor de origen paraguayo, por lo que a los 7 años Blasito se inició en la ejecución del bandoneón siguiendo sus pasos y a sus hermanos mayores Gregorio e Ignacio. En su adolescencia realiza sus primeras presentaciones en la región, para luego buscar un horizonte como músico en Buenos Aires. En esta etapa integra conjuntos como “Ipú Porá”, “Los Caballeros del Guarán”, “Fiesta del Rancho” de Pirca Rojas y finalmente la “Embajada Chamamecera de Polito Castillo“. En el año 1961 recibe la invitación de Ernesto Montiel para sumarse a su afamado “Cuarteto Santa Ana”, etapa que resulta consagratoria para él. Junto a Montiel conformó una celebrada dupla interpretativa y autoral, dejando inolvidables registros como “Chaco”, “El Tero” y “Taita Montiel”. En el año 1967 se desvincula de “Santa Ana” para formar su conjunto con el que desarrolló su carrera musical hasta el final de sus días. Blas Martínez Riera fue figura estelar de los principales festivales del país, salas y pistas bailables y en su renombrado conjunto participaron en actuaciones y grabaciones artistas como Ramón José Barrientos, los Hermanos Cavia, Víctor Paiva, Lulo Rivero, Tilo Escobar, Cacho Saucedo, Julio Luján, los hermanos Juan Manuel y Roberto Ramón Galarza, Antonio Arias, Gregorio Molina, Eusebio Fernández y Melitón Núñez, por citar algunos, grabó cerca de 20 discos para sellos como “Asunción” y “Odeón”. Por su trabajo discográfico recibió dos discos de Oro: “Calidad en Chamamé” en el año 1968 y “Olor a Fuelle” en 1981. Además un destacado docente, fundador de la “Academia Corrientes” de donde surgieron virtuosos músicos que integraron su conjunto como Juan Manuel Silveyra, Luis Cardozo y sus hijos, los mellizos Blas y Ernesto Martínez Riera. Inspirado y prolífico compositor, llevan la firma de Blasito obras como “Olor a monte”, “Quiero morir en mi pago”, “Caballito de batalla”, “Estoy quemando la tarde”, “Orgullo misionero”, “Lo que más supe querer”, “A mi tierra colorada”, “Academia Corrientes”, “Cita misionera”, “Hoy te quiero recordar”, “El sabalaje”, “Cháque la víbora”, “Homenaje a la colorada”, “Sapucay de triunfo macho” “Soy lo que soy”, “Provinciano desterrado” , “Cuchillero” y su obra más difundida, “El Tero“ que le pertenece junto a Ernesto Montiel.
De Entre Ríos:
Ramón Sixto Ríos, (Federación, 6 de agosto de 1913, Buenos Aires, 25 de diciembre de 1994) músico y guitarrista, conocido por haber compuesto la canción “Merceditas”, una de las más populares de la historia de la música folklórica de Argentina. Ríos también compuso otros temas como “Qué linda estabas”, “María Elvira”, migró a la ciudad de Buenos Aires en la década de 1930. En 1939 conoció a Mercedes Strickler (1916-2001), Merceditas, una joven campesina residente en la zona rural aledaña al pueblo de Humboldt, provincia de Santa Fe, donde había ido con una compañía de teatro. Ramón y Merceditas mantuvieron un noviazgo formal durante dos años, principalmente por carta, debido a que ambos continuaron viviendo en Buenos Aires y Humboldt, respectivamente. En 1941, Ríos le propuso matrimonio a Mercedes, pero ella no aceptó dando por concluido el noviazgo. Ríos continuó enviándole cartas varios años más. Como consecuencia del dolor que le produjo ese amor no correspondido, compuso el chamamé “Merceditas”, considerada junto a “Zamba de mi esperanza” como la más famosa de la música de raíz folklórica de Argentina y una de las trece más populares de la música Argentina, cuya letra ha sido traducida a nueve idiomas y el tema ha sido versionado por más de 90 intérpretes de distintas partes del mundo. Ramón Ríos se casó, pero su esposa falleció a los dos años. En sus últimos años, volvió a encontrarse con Mercedes Strickler, y volvió a proponerle matrimonio, aunque ella volvió a negarse. Falleció en Buenos Aires los 81 años y su última voluntad fue legarle los derechos de autor de “Merceditas” a Mercedes Strickler.
Los Hermanos Vega, Eusebio y Lorenzo Vega nacieron en Sauce de Luna, Provincia de Entre Ríos, el 5 de Marzo de 1923 y el 11 de Mayo de 1925, su padre Lorenzo Vega dirigía una orquesta típica en la ciudad de Villaguay donde los hermanos van incursionando en el mundo de la música. Lorenzo comienza a tocar el violín, instrumento que a los 7 años ya ejecutaba con maestría, en tanto Eusebio se inicia como guitarrista. En su adolescencia realizan sus primeras presentaciones integrando la orquesta de su padre denominada “Lorenzo Vega y sus muchachos”, muy recordada en la zona de influencia de Villaguay. A los 19 años de edad Lorenzo comienza a ejecutar el acordeón, instrumento con el que desarrollaría toda su carrera en el género chamame. En el año 1945 los Hermanos Vega viajan a Buenos Aires donde realizan estudios de música. Posteriormente son contratados para dirigir la orquesta estable de Radio “Porteña” a la vez que forman otra que acompaña a celebrados cantantes de la época. A finales de la década del 40 Lorenzo Vega es convocado para grabar junto a Miguel Repiso, “Sauce de Luna”, chamamè dedicado a su pueblo natal, obra que le pertenece en colaboración con su hermano Eusebio. Esta grabación cuenta con la participación de Isaco Abitbol. A principios de la década del 50, los Hermanos Vega integran los conjuntos de dos destacados co provincianos, Abelardo Dimotta y Julio Luján. Lorenzo colabora además en actuaciones con el conjunto de Samuel Claus y grabaciones con Osvaldo Sosa Cordero y “sus correntinos”. En la década del 60 Lorenzo Vega se integra a la orquesta de Don Armando Nelli, en la que compartió escenarios y grabaciones junto a grades músicos como Francisco Casís, Gregorio Martínez Riera y Eduardo Taborda. Los Hermanos Vega se han destacado como inspirados compositores de obras como “Para mi bien”, “Princesita rubia”, “Destino indiferente”, “A Don Francisco Vega”, “El peleador viejo”, “Sauce de Luna” y “Conscripto Bernardi”. Retirados de los escenarios los Hermanos Vega continuaron radicados en Buenos Aires.
Oscar Ríos R (Nicolas Oscar Dettler), Cantante, guitarrista, autor y compositor nació en “Campo Cheto” Departamento La Paz, Provincia de Entre Ríos el 24 de Noviembre de 1938. Su infancia transcurrió en una chacra familiar en cercanías del “Paraje Quebracho”. A corta edad se inició en la guitarra y el canto en forma intuitiva. Radicado en Rosario en busca de un horizonte laboral comienza a actuar como glosista y presentador en pistas bailables de la época, debutando con el conjunto del acordeonista entrerriano oriundo de “Tacuara Yacaré” Ramón Merlo en la célebre pista “El Cañonazo” de Rosario. A instancias de este cambió su nombre verdadero de Oscar Dettler por el seudónimo de Oscar Rios, tomando el apellido materno. En el conjunto de Merlo permanece por espacio de 9 años, luego se integra al del cantautor correntino Mario Millán Medina con quien realiza presentaciones en las principales pistas de la región. Posteriormente pasa por la agrupación de Abelardo Dimotta con el que realiza grabaciones para el sello “CientoCinco”. También participa del conjunto del “Cantor del Guarán” Justo Pastor Borda. En el año 1970 se integra al conjunto de Antonio Tarrago Ros de reciente formación participando del disco debut titulado “Chamame” editado en el año 1971 para el sello “Odeón” y realizando exitosas presentaciones en el “Festival del Folklore de Posadas” (Misiones) y en el “Festival de Cosquín” (Córdoba). Con el “Rey del Chamame” Tarrago Ros permaneció hasta el fallecimiento de este, realizando presentaciones en pistas y festivales de toda la geografía del país y participando de la grabación de los discos “Mi disco de oro” del año 1972”; “Tengo que volver a mi pueblo” del año 1973”; en el año 1975 “Adiós Gorgonio” y “Curuzucuateño co’ soy chamigo”; “Bien de campo” del año 1976; “Los grandes del litoral” y “El gigante del chamame” en el año 1977.
Con posterioridad al fallecimiento del “Rey” forma junto a otros integrantes de Ros el conjunto “Los Reyes del Chamame” con los que graba 9 discos para el sello “EMI Odeón” regresando al “Festival de Cosquín” en la edición del año 1982.
Luego del alejamiento de algunos integrantes Oscar Ríos forma junto al acordeonista Pedro Cáceres y al cantante y guitarrista Julio Gutiérrez el conjunto “Los Grandes del Chamame” con los que realiza grabaciones para el sello “Profonar”. Junto a “Los Grandes del Chamame” Oscar Ríos tiene la oportunidad de presentarse nuevamente en el “Festival Nacional del Folklore” de Cosquín. Fallece en Rosario (Santa Fe).
Considerado actualmente como Patrimonio cultural inmaterial de la provincia de Corrientes y Argentina. Goza del mismo tratamiento en el sur y centro de Brasil, en especial en los estados de Río Grande del Sur y Mato Grosso del Sur, donde la ley nacional 3.837 establece el 19 de septiembre como Día del Chamamé. Este estilo de danza y música se cultiva en otras zonas como Paraguay, noroeste de Uruguay, la Patagonia chilena y sur de Bolivia. El 16 de diciembre de 2020, la Unesco declaró al chamamé como Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad, de parte de Argentina. Siendo una obligación moral de los ciudadanos preservarlo y difundirlo.
Elìas Almada
Correo electrónico: almada-22@hotmail.com
Fuentes: F.M. del chamamè, Fundación memoria del Chamame, Markic, Mario Gregorio (2005). «Merceditas, la pastorcita de Santa Fe». Cuadernos del camino. De Tierra del Fuego al Cometa Halley. Biografía de Ramón Ayala (Fundación memoria del Chamame) Isaco Abitbol, Chamameceros. Chamame.com.br, Portal de la Fiesta nacional del Chamamè. Manuel Florencio Mantilla, Juan de Bianchetti, Julian Zini. (Entre otras)