Crisis ética Por Juan Martin Garay (*)

Los argentinos padecemos una crisis ética. El psicólogo Hugo Polcan la entiende como un problema con raíces estructurales que tienen mucho que ver más con la cultura que con la propia realidad. Para él, “Argentina aparece como un país con un enorme potencial de recursos naturales y humanos, pero con vastos sectores de su población sufriendo la incongruente injusticia del hambre, la desocupación y la marginación social”.

Debemos entender a la ética como algo de índole meramente personal, interno y de conciencia propia (el yo). Por eso, problemas como la corrupción en el ámbito público y privado generan daños muchas veces irreparables, que tienen que ver no con el delito de cohecho en sí, sino con el mensaje que ese accionar transmite a la sociedad en su conjunto. Es necesario combatir constantemente en todas sus manifestaciones este tipo de acciones, porque los que sufren con sus consecuencias son siempre aquellas personas que quedan en medio de toda esa realidad. Me refiero al ciudadano de a pie, a la gente.

Desarrollo

En nuestro país existe una gran deuda social que se viene incrementando gestión tras gestión. Como saldo, hay quienes están cada vez más fuera del sistema y necesitan ayuda, me refiero a los excluidos. Ante eso, Juan Pablo II dijo algo que debe interpelarnos fuertemente siempre a quienes tenemos responsabilidades políticas: “la privación de lo necesario para vivir humilla al hombre; es un drama ante el cuál la conciencia de quién tiene la posibilidad de intervenir no puede permanecer indiferente”.

Por eso hablar de inclusión con desarrollo humano es la clave para mejorar las relaciones sociales, incorporando a las masas marginales pero también sosteniendo fundamentalmente a la clase media Argentina. La educación se sigue presentando como quizás la única oportunidad de liberación del ser humano, nuestro futuro como Nación dependerá de la forma en que resolvamos la inserción en el mundo del conocimiento de todos los argentinos, sin excluidos ni marginados de ningún tipo.

Para ello, además de salir al cruce del accidente del nacimiento (vale decir, nadie elige donde nacer cuando viene al mundo), hay que apostar al conocimiento en este Siglo XXI en el marco de la Sociedad del Conocimiento, siendo no sólo transmisores sino generadores del mismo para incorporarlo como el gran valor agregado que permita el desequilibrio positivo de la balanza comercial (y la social).

Por más cíclico que sea el comportamiento económico del país, debemos sostener un crecimiento técnico, económico y cultural lo suficientemente razonable, de manera tal que el futuro (que es presente) no sea siempre preocupante, sino por el contrario prometedor y con esperanza para todos. Aún existe la posibilidad de que se generen las transformaciones de fondo que nos harán, en algún momento, ser un país creíble y eficaz, donde las voluntades individuales vayan por un carril distinto al proceso colectivo que se debe necesariamente poner en marcha en función del bienestar general.

O nos salvamos todos o no se salva nadie. Hay que darle sostenibilidad a la ansiada estabilidad económica y política. Por eso necesitamos de un rumbo, un país cuya rutina sea orientada de una buena vez en la dirección correcta. Expresa el cientista social Jaguaribe que “todo desarrollo sostenible es aquel que se hace por rutina”, bueno, eso, tan simple como difícil por momentos.

Las personas y los “números”

La experiencia cíclica nos hace dar cuenta que las condiciones financieras que permitan sostener un desarrollo a largo plazo serán posible sólo si se da una sana, madura y confiable combinación entre las finanzas públicas y privadas, es decir un modelo financiero global bajo el liderazgo competente del Estado, no con ausencia de él. Porque el capital debe estar siempre al servicio de la economía y no al revés, para que se generen las condiciones tales que permitan a cada uno obtener lo suyo -como acto de justicia- en base al resultado del producido de su trabajo manual o intelectual.

Compete al Estado ejercer ese liderazgo, la conducción del rumbo, o al menos así lo creo yo, pero lo cierto es que muchos quienes tienen, han tenido o aspiran a tener la posibilidad de hacerlo han perdido tiempo en una puja sin sentido por la afanosa búsqueda personal de poder, sin tener la más mínima conciencia ética que sea lo suficientemente clara para la moral. Por otra parte sólo se habla de la conciencia económica, aquella que muchas veces se padece pero no se percibe como resultante positivo si no es con un trabajo a largo plazo, algo que hemos podido experimentar en varias etapas de nuestra vida reciente en democracia, lo cierto es que aquella visión financiera del “día a día” se ha transformado en una rutina que provoca una triste frustración que luego se materializa con bronca.

Nos dicen que el futuro está “a la vuelta de la esquina”, en cierta manera sabemos que es verdad, pues lo hemos comprobado desde el análisis geopolítico. Poseemos las condiciones necesarias para tener una realidad distinta que permita la felicidad del pueblo argentino. Lo cierto es que independientemente de los grandes proyectos, de grandes conductores y liderazgos, el país necesita si o si marchar bien, eso es altamente necesario por el bien de todos, máxime de nuestra provincia donde su suerte está atada a la nacional de manera directa y lineal.

Conciencia pública

Debemos consolidar una conciencia pública que permita configurar a los gobiernos en una dirección positiva que sea difícil revertir, acordando puntos básicos y concretos de pautas para crecer con desarrollo e inclusión basadas en realidades sin demagogia, en donde la movilidad social ascendente este garantizada para todos y el acceso a la tierra, a una vivienda digna y a posibilidades laborales también, por que gobernar es incluir.

Las ideas latentes que deben existir por sobre todas las cosas son las del amor y dedicación plena al país, ese sentido netamente público que nos hace pensar en una mejor Nación en constante construcción.  Ahora bien, más allá de toda esta teoría, recordemos lo que enseña Perón, “nadie puede solucionar un problema social, si antes no soluciona un problema económico; y nadie soluciona un problema económico, sin antes solucionar un problema político”.

Seamos optimistas con relación al futuro, a ese destino único del que fatalmente somos los artífices en este presente. Reitero lo que he expresado en anteriores columnas de opinión, no existe ninguna revolución de la igualdad y libertad en nuestro país. Los argentinos tenemos una crisis ética y lo que nos debe importar realmente a “los políticos” es la gente, no lo olvidemos. Como dice la canción de Joan Manuel Serrat: “Detrás de cada fecha, detrás de cada cosa, con su espina y su rosa, detrás, está la gente”.

(*) Abogado. Concejal 2023-2027. Vicepresidente 1° HCD. Presidente del Bloque Concejales PJ 2023-2027. Apoderado del Consejo Departamental PJ Uruguay. Secretario de Gobierno 2019-2023. Concejal 2015-2019. Presidente del Bloque Concejales PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-