En forma reiterada las historia se ha referido al combate, a la preparación de los granaderos, su marcha, su presencia en el convento y la forma rápida y eficaz del ataque que permitió en apenas unos minutos una victoria contundente, con el paso de los años distintos investigadores han incorporado nuevos datos y mayores presiones a los hechos.
Bien es sabido que en Arroyo del medio, San Martin no encontró caballada de refresco y debió adelantar al alférez Pacheco, en patrulla, en procura de conseguirlos, además la rotura de una carreta impidió la llegada a tiempo de la artillería, las armas y las municiones y por lo tanto solo tres oficiales de artillería combatirían junto a los Granaderos, serios contratiempos imprevistos, que también sufrió la flota realista pues la falta de viento y alguna varadura también retraso sus planes, el primer intento de desembarco fue rechazado por un grupo de 130 milicianos mal armados pero que con coraje y bravura lograron hacer embarcar nuevamente a los españoles.
San Martín arribo al convento en la noche del día 2, fue informado por los curas de la situación y además recibe de manos de un vecino, Alfonso Rodrigáñez, un caballo, el bayo que montaría al día siguiente.
“La lucha se planteaba desigual: armas de fuego, cañones, barcos contra simple lanzas, espadas y sables con hombres a caballo que no llegaban a la mitad de sus enemigos. Pero San Martín no dudó ni un instante de la victoria: “Son doble en número pero por eso no creo que tengan la mejor parte de la jornada”, había dicho. La táctica del ataque en pinzas, el factor sorpresa, el duro entrenamiento granadero y contar con toda la información sobre el enemigo, fueron factores vitales que sumados a un comandante con la experiencia de San Martín, nada hacía prever otro desenlace que la victoria. Pero las peleas hay que darlas y librarlas….”. Julio A. Romay.
EMETERIO CELEDONIO ESCALADA Y SUS VOLUNTARIOS
En un excelente trabajo publicado en la Revista de la Escuela Superior de Guerra de mayo-junio de 1973, cuyo autor, Marcelo Bazán Lazcano, realiza un pormenorizado estudio sobre un aspecto poco conocido del Combate de San Lorenzo, y que es la actuación del comandante militar del Rosario Emeterio Celedonio de Escalada y Palacios y sus 50 milicianos.
El parte de San Martín sobre el combate nada dice sobre los milicianos y su cañón. No obstante, en su segundo parte del 6 de febrero recomienda «al comandante Escalada y al teniente Piñero, por haber prestado cuantos servicios han sido necesario». En este parte de San Martín también consta oficialmente que esa «compañía armada de 22 fusiles, y el resto de chusa y algunos sablecitos y pistolas… y 30 hombres más, también armados de chusas, y algunas pistolas… y cañoncitos de montaña», combatieron en San Lorenzo».
Asimismo, el parte confeccionado por el comandante realista el Capitán General Rafael Ruiz y Ruiz, al jefe de la Plaza de Montevideo, si menciona a combatientes milicianos con un cañón de campaña en el medio de la pelea.
Pero lo más trascendente y con mayor valor es el testimonio del prisionero español Francisco Guillot, quien afirma en su obra «Episodios de la Independencia» que Escalada y los milicianos ocuparon el centro «de las fuerzas comandadas por San Martín» y que cuando el jefe de los realistas gritó «¡Viva el Rey!», Escalada gritó «¡Viva la Revolución!», dando de esta manera comienzo al combate.
Bazán Lascano afirma de manera contundente que «ninguna duda puede existir de que Escalada y sus milicianos pelearon en el combate de San Lorenzo. La base inconmovible de nuestra tesis y la fuente de donde surge la verdad de lo que afirmamos lo constituye este segundo parte oficial del combate, claro, terminante y que no ofrece ninguna duda al respecto». El cañón actuó en una zona particularmente expuesta a las fluctuaciones del combate y fue maniobrado por los milicianos, únicos experimentados en su manejo. Escalada, que conocía perfectamente el terreno, seguramente debió indicar con anticipación a San Martín los lugares que la pieza ocuparía durante la lucha, según fueran los movimientos del enemigo. Las columnas realistas, apoyadas eficazmente por la artillería de sus buques, avanzaron con rapidez, ya que apenas eran molestadas por el fuego del pequeño cañón. El enemigo ha mordido el anzuelo. La pieza de los milicianos retrocede, y los invasores continúan avanzando, su ataque está dirigido a esa fuerza, es el momento en que San Martín lanza a los granaderos con toda enjundia en un ataque de pinzas, así se lo había explicado a Bermúdez el jefe de la otra columna, atacando los flancos del enemigo se reunirían en el centro de la tropa, “allí le daré nuevas órdenes” le había dicho el general.
EL INTRÉPIDO TTE. MANUEL DIAZ VELEZ
Le cupo el ingrato honor de ser el único granadero capturado por los españoles en el Combate de San Lorenzo. Influenciado por su hermano mayor, Eustoquio Díaz Vélez, el cual llegaría a General, siendo un notable Oficial que combatió en el Ejército del Norte a las órdenes de Belgrano, vencedor del «Combate de las Piedras», Manuel ingresa al Regimiento de Patricios durante las Invasiones Inglesas, luego durante el sitio de Montevideo intervino en el asalto y toma de la Isla de Ratas, en la Bahía de Montevideo, en la noche del 15 de julio de 1811 bajo el mando de Juan José Quesada, Capitán de Dragones de la Patria, según expresa Fray Herminio Gaitán en su libro sobre el Combate de San Lorenzo. Tras ello en la jurisdicción de Entre Ríos perdió todos sus bienes. Ingresa al Regimiento de Granaderos el 29 de diciembre de 1812, bajo los auspicios personales del Coronel San Martín. En la mañana del miércoles 3 de febrero de 1813, combate en San Lorenzo, formando parte de la Sección que estaba al mando del Capitán Justo Germán Bermúdez, siendo su segundo en el mando. “Según nos cuenta la historia, Manuel, en su ímpetu por perseguir a los realistas que escapaban, cae por las barrancas que dan al Río Paraná, siendo tomado prisionero por los realistas. Y aquí hay dos opciones sobre su caída. Una versión dice que recibe un tiro en la cabeza, más bien un roce, que lo atonta y lo desmonta de su caballo, cayendo por la barranca, frente al Convento. Y la otra versión, dice que el ímpetu de su persecución es lo que lo hace caer, recibiendo el disparo en su caída y no antes. Lo cierto es, que más allá de su herida en la cabeza, recibe dos bayonetazos en el pecho”, Colimodio Galloso
El Tte. Días Velez es intercambiado por prisioneros españoles capturados por los granaderos, junto a tres lancheros paraguayos, a pesar de la gravedad de las heridas, sobrevive a ellas, fue atendido por el Padre Julián Navarro, que estaba ejerciendo su apostolado en Rosario, el santafesino Dr. Manuel Rodríguez y el porteño Dr. Francisco Cosme Argerich llegando a reponerse luego de un tiempo, y es él mismo quien conduce de regreso a Buenos Aires a los Granaderos heridos en el Combate, a fines de febrero de ese año pudo reintegrarse al Regimiento de Granaderos a Caballo en la Segunda Compañía del Tercer Escuadrón al mando del Teniente Lino Ramírez Arellano. Sin embargo, sufre una recaída de sus heridas muriendo el 20 mayo de 1813. Era casado, con Lorenza Leal, a quien la Asamblea General Constituyente el 1º de junio de 1813 le otorga una pensión de veinticinco pesos; deja a esta joven viuda embarazada de seis meses. Tenía 27 años de edad. No se sabe dónde están sepultados sus restos, aunque se cree que reposan anónimamente en el Mausoleo de su hermano, Eustoquio Díaz Vélez, en el Cementerio de la Recoleta.
Elìas Almada – Correo electrónico: almada-22@hotmail.com