Día de la Soberanía Nacional. 20 de noviembre de 1845 combate de La Vuelta de Obligado

Día lleno de Gloria y Heroísmo aquel de 1845, sobre el cual mucho se ha escrito, por este motivo  en interesante repasar  los nombres de sus protagonistas, hombres que aunque no lo crean, fueron forjados algunos de ellos en el yunque sanmartiniano y otros  en distintas campañas  durante la guerra de la independencia.

General LUCIO ORBERTO MANSILLAL, Comandante de las Tropas Argentinas, fue uno de los organizadores del Ejército de los Andes. A las órdenes del General José de San Martín, Mansilla, nombrado Mayor de Plaza en San Juan, instruyó 600 reclutas, que pasaron a formar parte de los célebres regimientos 7 y 11. Inmediatamente fue designado comandante político y militar del pueblo de San José de Jáchal, logrando  reclutar 400 voluntarios y fue nombrado por el General San Martín como «Comandante General de las Cordilleras del Sud de los Andes».

Debido a su óptima respuesta a las labores encargadas, San Martín lo designó 2º Jefe de la 1. ª división de Vanguardia, participando  en la  batalla de Chacabuco y en el sitio de Talcahuano. En reconocimiento a sus acciones, el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata le acordó el uso de una medalla de oro y el gobierno de Chile lo nombró Oficial de la Legión de Mérito y le acordó además, otra medalla y cordones. Al año siguiente participó en la batalla de Maipú a las órdenes del, entonces coronel, Juan Gualberto Gregorio de Las Heras.

Cuando ya le Guerra de Independencia había terminado, luchó en la Guerra contra el Brasil, siendo el glorioso vencedor en «Ombú».

En Obligado, una vez producido el bombardeo anglo-francés a las posiciones argentinas, los invasores inician el asalto anfibio, desembarcando en las orillas gran cantidad de hombres. Mansilla, viendo esto, se propone rechazarlos, y ataca a los recién desembarcados, a la cabeza de sus propios hombres. Y es en esa circunstancia que es herido de gravedad, quedando fuera de combate. Inmediatamente asume el Segundo al mando, el Coronel Francisco Crespo y Denis.

Cnel. Francisco Crespo y Denis, formó parte del Ejército de los Andes y realizó la campaña a Chile, combatiendo en las batallas de Chacabuco y Maipú. Posteriormente participó en la Expedición Libertadora del Perú, destacándose por su heroica participación en la captura de la Fortaleza del Callao. Participó en la Campaña de los Puertos Intermedios, luchando en las batallas de Torata y Moquegua. De regreso a Lima, fue tomado prisionero por los realistas cuando se produjo la Sublevación del Callao. Regresó a Buenos Aires en 1826. Combatió en Ituzaingó.

 

 

CNEL.RAMÓN RODRÍGUEZ,  Inició su carrera militar durante la campaña contra los realistas de Montevideo, en 1811, como oficial de caballería. Tras el armisticio de fines de ese año, pasó a la provincia de Entre Ríos, donde prestó servicios a órdenes de Manuel de Sarratea. Más tarde fue trasladado a Buenos Aires. Se incorporó al Ejército del Norte a principios de 1814, formando parte del Regimiento 7. º de Infantería; al frente de una compañía de 93 hombres participó en la batalla de Sipe Sipe, durante la cual se destacó por su valiente actuación. Tomado prisionero, estuvo a punto de ser ejecutado en el campo de batalla, pero fue salvado por el capitán Juan Pascual Martínez, ayudante del general Francisco Fernández de la Cruz, que lo ayudó a huir.

En julio de 1816 fue enviado por el general José Rondeau a Buenos Aires, donde ejerció como juez fiscal de la Comisión Militar Permanente. De regreso al Ejército del Norte en octubre de ese año, se incorporó al Regimiento de Dragones, y en diciembre al Batallón de Cazadores N. º 2. En mayo de 1817 fue ascendido al grado de mayor. Participó en la campaña contra los federales de Santa Fe a órdenes del general Juan Ramón Balcarce, combatiendo en los combates de Paso de Aguirre, del Saladillo y del Rosario. A órdenes del general Juan José Viamonte, participó en los combates del Espinillo y otros, también en la batalla de Cañada de la Cruz y en la represión de la revuelta del coronel Manuel Pagola, a órdenes del coronel Celestino Vidal.

En los primeros meses de 1821 fue destinado a la guarnición de la Villa de Luján, como jefe del 2. º Batallón de Cazadores, regresando ese mismo año. En febrero de 1823 fue pasado a retiro, siendo reincorporado al Ejército dos años más tarde, y su primera misión fue acompañar al coronel Lamadrid a Salta, para colaborar con la proyectada campaña del general Arenales al Alto Perú. Por enfermedad de Lamadrid y por haber finalizado la campaña de Arenales, no se incorporaron a sus fuerzas, y se les encargó reunir tropas para la inminente Guerra del Brasil. Rodríguez se incorporó con unos 80 soldados tucumanos a la división salteña organizada por el coronel José María Paz. Fue ayudante del general Carlos María de Alvear en la batalla de Ituzaingó, y poco después asumió el mando del Regimiento de Caballería Nro. 1, al frente del cual participó en la batalla de Camacuá. Brevemente ejerció también como Jefe de Estado Mayor del Ejército Republicano. En octubre de 1827 asumió el comando de Carmen de Patagones, reemplazando al coronel José Paulino Rojas. En mayo de 1829 entregó el mando de Patagones al teniente coronel José Gabriel de la Oyuela. Poco después se incorporó a las fuerzas federales del comandante de campaña, Juan Manuel de Rosas, que lo ascendió al grado de coronel y lo puso al mando del Regimiento Nro. 3 de Milicias de Campaña. Tras participar en la batalla de Puente de Márquez y en el sitio de Buenos Aires que forzó la renuncia de Lavalle, se incorporó a las fuerzas del coronel Ángel Pacheco, a cuyas órdenes participó en varios combates contra los indígenas.

Posteriormente se incorporó a las fuerzas del general Balcarce en su campaña contra la Liga del Interior. En febrero de 1833 formó parte del Tribunal Militar que juzgó la conducta de José María Pinedo, comandante de la goleta «Sarandí», por no haber defendido las islas Malvinas contra la ocupación británica.

Participó en la Campaña de Rosas al Desierto y en acciones posteriores contra los ranqueles de Yanquetruz. Ocupó cargos en la ciudad de Buenos Aires durante los años siguientes. En octubre de 1835 fue el encargado de recibir a los hermanos Reynafé, tomados prisioneros por el asesinato de Facundo Quiroga, y también los restos mortales del caudillo, que escoltó hasta Buenos Aires. Durante los años siguientes ocupó cargos casi exclusivamente administrativos, y no participó en la guerra contra la Coalición del Norte.

En 1845, Rodríguez asumió el mando del Regimiento de Infantería N. º 1, el antiguo Regimiento de Patricios. Ante el bloqueo anglo francés Rosas ordenó distintas medidas de  defensa, una de ellas establecer fuerzas en la Vuelta de Obligado A esas fuerzas se incorporaron 500 hombres del 1 de Infantería el día 8 de noviembre, junto con algunas otras fuerzas de infantería, todas al mando del coronel Rodríguez. Su misión era defender la batería que pretendería detener el avance anglo francés. El 20 de noviembre de 1845 se libró la batalla de la Vuelta de Obligado. Las naves invasoras fueron detenidas por una doble cadena que cruzaba el río, dando oportunidad a las baterías – comandadas por el coronel Juan Bautista Thorne – de cañonear los buques enemigos. Ante los daños que infligía la artillería, las tropas aliadas intentaron acallar sus fuegos desde tierra. En cuanto desembarcaron fueron atacados por la infantería al mando de Rodríguez, que cargó a la bayoneta contra las fuerzas invasoras bajo el fuego de la artillería de los buques enemigos. Mientras tanto, las partidas de caballería evitaban desembarcos algo más alejados.

El resultado de la batalla fue adverso a los argentinos, pero los daños infligidos a la flota fueron muy graves. También participó en la Batalla de Punta Quebracho, en que también se causaron graves daños a los invasores. El resultado de la campaña fue la renuncia de los franceses y británicos a intentar nuevamente campañas navales en el río Paraná. Dejó el mando del Regimiento N. º 1 en 184, pasando  a retiro en marzo de 1855.  Falleció en Buenos Aires el 18 de noviembre de 1866, a la edad de 75 años.

En 1883, el almirante Sullivan, comandante de la escuadra británica en la Vuelta de Obligado, se presentó ante el consulado argentino en Londres, para devolver una bandera tomada a una batería argentina:

«En la batalla de Obligado en el Paraná el 20 de octubre de 1845 un oficial que mandaba la batería principal causó la admiración de los oficiales ingleses que estábamos más cerca de él, por la manera con que animaba a sus hombres y los mantenía al pie de los cañones durante un fuerte fuego cruzado bajo el cual esa batería estaba expuesta. Por más de 6 horas expuso su cuerpo entero. Por prisioneros heridos supimos después que era el coronel Ramón Rodríguez del Regimiento de Patricios de Buenos Aires. Quiero restituir al Coronel Ramón Rodríguez si vive, o sino al Regimiento de Patricios de Buenos Aires si aún existe, la bandera bajo la cual y en noble defensa de su Patria cayeran tantos de los que en aquella época lo componían. Los que luchamos contra él y habíamos presenciado su abnegación y bravura tuvimos grande y sincero placer al saber que había salido ileso hasta el fin de la acción.

La bandera fue remitida a Buenos Aires, y con posterioridad, ante la duda de que el nombre del Coronel Rodríguez como defensor de esa bandera, haya sido puesto por error de Sullivan, el hijo de Juan Bautista Thorne hace la consulta al Sr. Victor J. Elizalde, protagonista de la batalla de Obligado, quien le contesta el 21 de abril de 1891 en estos términos:

“En contestación a su muy apreciable del 20 del presente en la que me pide que como combatiente y testigo ocular en el memorable combate de Obligado le certifique a la vez que le adelante algunos antecedentes sobre la conducta que observó su finado padre el coronel Thorne durante la acción, como también fue el coronel Ramón Rodríguez, jefe de algunas baterías que se formaron para resistir al poderoso enemigo que nos asaltó, le diré a usted: Que el coronel Thorne fue ocupado por el general Mansilla en la construcción y dirección de las fortificaciones, como también se le dio mando de la batería “Manuelita”, de donde se retiró después que las demás baterías habían quemado su último cartucho. Diré a usted además: la brava y serena conducta de su padre mereció del general en jefe y de todos sus compañeros, la aprobación y el aplauso, por el hecho de que el no abandonó el merlón de su batería, y si lo hacía, era cuando veía que sus artilleros no daban en completo y certero blanco.

Cónstame también que le intimó por dos veces la orden de que suspendiera el fuego y se retirara de la batería, pero él contestó: “que sus cañones le imponían hacer fuego hasta vencer o morir”, mereciendo por este desacato el que fuera arrestado en el convento de San Lorenzo adonde fue transportado herido y sordo. Allí mismo el general Mansilla fue a visitarlo y felicitarlo por su conducta, dejando al retirase la orden de que quedaba levantado su arresto. En lo que se refiere al coronel Ramón Rodríguez, le diré que este jefe no tuvo otro rol que el de permanecer a la entrada del monte, de donde salió cuando ya no había defensores en las baterías y el enemigo desembarcó dándole la más franca y soberbia carga a la bayoneta, al frente de su batallón Milicianos de Buenos Aires.

Deseando que le satisfaga esta exposición verídica, lo saluda muy atentamente.

Victor J. Elizalde.

Con el mismo objeto, el hijo de Thorne consultó al historiador Adolfo Saldías, que el 21 de abril de 1891 le contesta en los siguientes términos:

“Estimado amigo:

En respuesta a su estimada carta del 20 del presente mes en la que Ud. se sirve pedirme mi opinión si fue el coronel Ramón Rodríguez o el coronel Juan B. Thorne quien mandaba una de las baterías en el combate de Obligado contra las escuadras aliadas de la Gran Bretaña y de la Francia y quien fue el último que se retiró de ese glorioso campo de batalla, le diré que fue el coronel Thorne.

El coronel Rodríguez, benemérito Oficial del Ejército Auxiliar del Perú y del Republicano contra el Imperio del Brasil, no mandó batería alguna en Obligado.

Según se ve documentado en mi “Historia de Rozas y de la Confederación Argentina”, eran cuatro esas baterías, respectivamente mandada por el mayor Alzogaray, por el teniente Brown, por el teniente Palacios y la del extremo izquierdo por el coronel J. Thorne. El coronel Rodríguez tenía mando del batallón de Patricios de Buenos Aires y estaba de flanco en el extremo derecho, no habiendo en esa línea a sus órdenes más que cuatro cañones al mando del teniente José Serezo.

El combate se inició naturalmente contra las baterías de la derecha; rota la cadena que sujetaba los barcos que formaban línea de atajo al pasaje del río, el fuego de los franceses e ingleses se concentró en la izquierda. A las cuatro de la tarde las baterías habían quemado casi todos los cartuchos y cuando la mortandad y el estrago enseñaban la derrota a los argentinos. Pero la batería de Thorne se sostuvo todavía más de una hora. Diósele la orden de retirarse y contestó que le quedaban municiones. Retirósele la orden, y entonces, puesto de pié sobre el merlón de la batería y al ir a arengar a los escasos soldados, fue derrumbado en tierra.

El “Philomel” que mandaba el capitán Sullivan y que venía de vanguardia, operó su desembarco en la costa y fue entonces cuando se tomó la bandera de la batería argentina. La bandera argentina del batallón de Patricios de Buenos Aires fue tomada por los marineros franceses y existe en el hospital de inválidos de Paris.

No es dudoso, por lo demás, que un jefe de la relevantes cualidades del coronel Rodríguez habría sido capaz de al acción que le supone el almirante Sullivan, pero precisamente por su antigüedad y por sus condiciones, y en los primeros momentos que se siguieron a la acefalía del mando en jefe, producida la herida que postró al general Mansilla, fue el coronel Rodríguez quien lo asumió, llevando personalmente una carga a la bayoneta sobre los ingleses y franceses que desembarcaron cuando apagaron los fuegos de las tres baterías de la derecha y del centro. Los aliados no desembarcaron por frente a la batería de la izquierda que mandaba Thorne sino a la caída de la tarde, cuando ya no podía tronar allí el cañón argentina. Esta misma comunicación del almirante Sullivan al cónsul argentino en Londres, se publicó en la Tribuna Nacional del 22 de diciembre de 1883, y no hay más que fijarse en los detalles que da tan caballeresco oficial, y que está perfectamente corroborados por documentos y aún por testigos que sobrevivieron, para comprobar que se refieren no al coronel Rodríguez, sino al coronel Thorne.

El cónsul argentina, señor Guerrico, pariente, según tengo entendido, del coronel Rodríguez, quizá por falta de datos no pudo rectificar la verdad de los hechos, a bien que, repito, al coronel Rodríguez no le fue necesario arrebatar gloria a sus compañeros para recoger la que recogió conteniendo a los vencedores con una soberbia carga a la bayoneta, a la cabeza de sus milicianos de Buenos Aires.

Soy su atento S.S. Adolfo Saldías.

Vemos como a estos dos hombres les sobraba heroísmo para llenarse de gloria junto a todos los defensores de la Soberanía Nacional en Vuelta de Obligado.

 

Elìas Almada

Correo electrónico: almada-22@hotmail.com

 

Fuentes: Granaderos Bicentenarios, José Colimodio Galloso