Cerca de las tres de la tarde del 21 de abril de 1822, en proximidades de la ciudad ecuatoriana de avanza un Escuadrón de 96 hombres del cuerpo de Granaderos a Caballo de los Andes, al mando del Sargento Mayor Don Juan Galo de Lavalle González Bordallo. Llovía intensamente y el terreno era un verdadero lodazal. Según órdenes de Sucre, ese pequeño Escuadrón debía avanzar a vanguardia, buscando contactarse con el enemigo y así poder establecer su posición. Asimismo los realistas habían tomado la misma decisión y más de 400 hombres de caballería avanzaban al encuentro de los Granaderos, buscando entablar combate.
Una pequeña fracción de Granaderos actuaba como punta de lanza del Escuadrón. Éste grupo, de menos de veinte, ingresó en el poblado de Riobamba, pequeño villorio ecuatoriano, desalojando a los pocos realistas q uelo guarnecían. Persiguiendo a los hombres del Rey que huían, luego de atravesar el pueblo, el Teniente Francisco Olmos de repente se encuentra con el grueso de la caballería realista: 400 y tantos de hombres bien montados.
Olmos, al ver la magnitud del enemigo, regresa con el resto del Escuadrón, que lo seguía al
trote, informando a Lavalle de la presencia enemiga, el Sargento Mayor ordena formación de ataque, desplegando a todo el Escuadrón en línea.
Sólo 96 Granaderos a Caballo contra 400 y tantos jinetes del Rey.
Lavalle ordena avanzar hacia el enemigo sable en mano. Estando solamente a unos quince
pasos del enemigo, el trompa de Granaderos toca "A degüello", el toque de clarín que había hecho famosos a los Granaderos de San Martín, y aquellos centauros en veloz carrera buscan la carne del enemigo, para tajearla con el filo de sus sables, hambrientos de Gloria.
Esos valientes parecían un pelotón frente a los cuatrocientos hombres que los atacaban.
Cuando vieron que los más valientes que los comandaban eran acuchillados sin piedad por los Granaderos, los realistas volvieron caras, siendo perseguidos por los hombres de Lavalle, los cuales detuvieron su persecución cuando estuvieron cerca del alcance de la fusilería de la infantería realista, que avanzaba detrás de su Caballería. La huida de los jinetes realistas es tan precipitada, que atropellan a sus propios fusileros.
El primer choque había dejado tendidos en el lodazal a 12 hombres del Rey. Los Granaderos volvieron caras y formaron nuevamente en orden, retirándose del lugar al tranco. Y es en éste momento que los realistas, rehechos, y a las órdenes del teniente Coronel Tolrá, cargan sobre los Granaderos que se alejaban, buscando revancha. Lavalle espera el momento propicio, y estando a cien pasos los españoles de distancia, el héroe de la jornada manda dar media vuelta y cargar nuevamente al enemigo.
PARTE DEL COMBATE DE RIOBAMBA
El día 12 del presente se acercaron a esta villa las divisiones del Perú y Colombia y ofrecieron al enemigo una batalla decisiva. El primer escuadrón del regimiento de Granaderos á caballo de mi mando, marchaba á vanguardia descubriendo el campo, y observando que los enemigos se retiraban atravesé la villa, y a la espalda de una altura en una llanura me vi repentinamente al frente de tres escuadrones de caballería, fuertes de 120 hombres cada uno, que sostenían la retirada de su infantería: una retirada hubiera ocasionado la pérdida del escuadrón y su deshonra, y era el momento de probar en Colombia su coraje: mandé formar en batalla, poner sable en mano y los cargamos con firmeza. El escuadrón que formaba 96 hombres parecía un pelotón respecto de 400 hombres que tenían los enemigos: ellos esperaron hasta la distancia de 15 pasos, poco más o menos, cargando también: pero cuando oyeron la voz de a degüello y
vieron morir a cuchilladas tres o cuatro de los más valientes, volvieron caras y huyeron en
desorden. La superioridad de sus caballos los sacó por entonces del peligro con pérdida
solamente de 12 muertos, y fueron a reunirse al pié de sus masas de infantería. El escuadrón llegó hasta tiro y medio de fusil de ellos, y temiendo un ataque de las dos armas, le mandé hacer alto, formarlos, y volver caras por pelotones: la retirada se hizo al tranco del caballo, cuando el General Tobia, puesto á la cabeza de sus tres escuadrones, los puso a la carga sobre el mío. El coraje brillaba en los semblantes de los bravos Granaderos, y era preciso ser insensible a la gloria para no haber dado una segunda carga. En efecto, cuando los 400 godos habían llegado á cien pasos de nosotros, mandé volver, caras por pelotones y los cargamos segunda vez: en este nuevo encuentro se sostuvieron con alguna más firmeza que en el primero, y no volvieron caras hasta que vieron morir dos capitanes que los animaban. En fin los godos huyeron de nuevo, arrojando al suelo las lanzas y carabinas y dejando muertos en el campo cuatro oficiales y 45 individuos de tropa.—50 Dragones de Colombia que vinieron a reforzar el escuadrón lo acompañaron en la segunda carga y se condujeron con braveza.
Nosotros nos paseamos por encima de sus muertos a dos tiros de fusil de sus masas de
infantería, hasta que fue de noche, y la caballería que sostenía antes la retirada de su
infantería fue sostenida después por ella. El escuadrón perdió un granadero muerto, y dos
heridos, después de haber batido a un número tan superior de enemigos en el territorio de
Quito. Entre tantas acciones brillantes de los oficiales y tropa del escuadrón, es difícil hallar la de más mérito: sin embargo es preciso nombrar al valiente sargento mayor graduado, capitán D. Alejo Bruix, al teniente D. Francisco Olmos, a los sargentos Díaz y Vega y al granadero Lucero.
Tengo el honor de asegurar a V. E. mis respetos, y que soy su atento servidor Q. S. M. B.—Juan Lavalle. Al Exmo. Sr. D. José de San Martin, Capitán General en jefe del ejército libertador del Perú y protector de su libertad.
Los realistas se sostienen en ésta segunda carga con un poco más de tesón, sin embargo, los sables granaderos vuelven a destrozarlos. Nuevamente los realistas huyen del campo de batalla, abandonando sables, lanzas y carabinas en ignominiosa derrota. Además cuatro
oficiales y cuarenta y siete hombres de tropa yacen muertos, sumando 43 heridos. Lavalle los perseguirá hasta el alcance de la infantería española, paseándose hasta entrada la noche.
En éste segundo ataque, los Granaderos a Caballo serán acompañados por cincuenta;Dragones de Colombia, los cuales se comportarán con bravura. Los patriotas tendrán solamente dos muertos, el Granadero Timoteo Aguilera y el Sargento de
Dragones Vicente Franco y veinte heridos. Fue un combate al arma blanca, prácticamente sin disparar un sólo tiro y es considerado el más brillante encuentro de caballería de la
Independencia Americana.
Por aquel memorable triunfo de las Armas de la Patria, el Sargento Mayor Juan Galo de Lavalle ganaría su título de el León de Riobamba. El comandante Sucre destacó en su parte la intrepidez de la que habrá raros ejemplos, del mayor Lavalle y su escuadrón. Bolívar distinguió a Lavalle y sus hombres con el título de Granaderos de Riobamba.
En conmemoración de este combate, en la hermana República del Ecuador, hubo actos y
celebraciones. Para ello viajó especialmente una Delegación de Granaderos a Caballo a
participar de los mismos. Tan importante es esta fecha para los ecuatorianos, que es el Día de las Fuerzas Armadas del Ecuador.
BATALLA DE PICHINCHA
El día 24 de mayo de 1822 se produce la batalla de Pichincha. Un ejército independentista,
compuesto por fuerzas colombianas, peruanas y argentinas al mando del General venezolano Antonio J. de Sucre, derrotan al ejército realista mandado por el General Melchor de Aymerich, en las estribaciones del cerro Pichincha, en el Ecuador. Las consecuencias de esta batalla fueron la capitulación de la ciudad de Quito y el fin de la dominación española en el Ecuador.
Las fuerzas patriotas estaban conformadas de este modo: Comandate en jefe: Antonio J. de Sucre División de Colombia Estado Mayor de división General José Mires comandante de división Infantería
Batallón Paya: 820 infantes; al mando del teniente coronel José Leal.
Batallón Alto Magdalena: al mando del coronel José María Córdova.
Batallón de Yaguachi: al mando del coronel Carlos María Ortega.
Batallón Albión: al mando del teniente coronel John Mac Kinstosch.
Caballería, al mando del coronel Diego Ibarra.
Escuadrón Lanceros, al mando del teniente coronel Friederich Rach.
Escuadrón Dragones: al mando del teniente coronel Gaetano Cestari
División del Perú
Estado Mayor de división
Andrés de Santa Cruz, comandante de división Infantería
Batallón Nº 2 de Trujillo: al mando del coronel Félix Olazábal.
Batallón Nº 4 de Piura: al mando del teniente coronel Francisco Villa.
Caballería:
Escuadrón Cazadores a Caballo de Trujillo: al mando del coronel Antonio Sánchez
Escuadrón Cazadores a Caballo de Paita: 100 también al mando del coronel Antonio Sánchez
Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes de 96 jinetes,14 al mando del coronel Juan Lavalle
Artillería:
Batería de artillería: al mando del capitán Adolfo Klinger.
Cuando amaneció, los centinelas posicionados cerca de Quito avistaron a las tropas patriotas ascendiendo por las laderas del Pichincha. Aymerich, entonces consciente de la intención de Sucre de flanquearlo por medio del ascenso al volcán, ordenó a sus hombres ascender la montaña lo más pronto posible, para enfrentarlo. Al haberse encontrado en un campo de batalla tan improbable, los dos comandantes no tuvieron otra opción más que enviar gradualmente sus tropas a la batalla. Existía poco espacio para maniobrar en las empinadas laderas del Pichincha. Los hombres del Paya, tras recuperarse de la conmoción inicial, se reposicionaron bajo el fuego enemigo, esperando la llegada del batallón Trujillo. Sucre, esperando que los españoles estén más cansados que sus propias tropas, envió también al batallón Yaguachi, conformado por ecuatorianos. El batallón Alto Magdalena trató de hacer un movimiento de flanqueo, pero sin éxito, pues el terreno no se lo permitió. Pronto, los batallones Paya, Trujillo y Yaguachi (batallones patriotas), sufriendo muchas bajas y con pocas municiones, comenzaron a replegarse. Para entonces el destino de la batalla para los Patriotas parecía depender del Albión, que transportaba las municiones tan necesitadas. A medida que el tiempo pasaba, los Realistas parecían ganar el control de la batalla. El otro batallón peruano Piura, fue obligado a retroceder. En medio de la desesperación, a los hombres de reserva del batallón Paya se les ordenó cargar contra el enemigo con sus bayonetas. Ambos bandos sufrieron grandes bajas, pero la situación más o menos se estabilizó para los Patriotas. A pesar de esto, Aymerich, como parte de su estrategia, durante el ascenso al Pichincha separó de su fuerza principal al batallón Aragón, ordenándole avanzar hasta la cúspide del volcán, para así luego atacar a los Patriotas por la retaguarda, rompiendo sus líneas en el momento indicado, este l era el mejor batallón del ejército realista; estaba conformado por veteranos españoles que habían actuado tanto en Guerra de la Independencia Española como en otras batallas en América del Sur, y en ese momento se hallaba sobre los Patriotas y listo para atacar.
Afortunadamente para los Patriotas fue detenido en seco por el Albión, que entró
inesperadamente en la batalla. Resulta que el Albión consiguió avanzar a una posición más alta que la de los españoles. Pronto, el Magdalena se unió a la batalla, y el Aragón tras sufrir fuertes bajas, se desintegró. Entonces el Magdalena avanzó hasta la línea Patriota para reemplazar al Paya, y cargó contra la línea Realista, que terminó por romperse. A las doce del día bajo un sol resplandeciente, los soldados de la libertad en la cima del Pichincha a más de 3000 metros de altura dieron el grito de victoria. La victoria fue de Sucre, la cual fue completada con la capitulación que el jefe patriota concedió al mariscal Aymerich el 25 de mayo del mismo año.
Juan Galo de Lavalle
Nace en Buenos Aires el 17 de octubre de 1797 y muere en San Salvador de Jujuy el 9 de
octubre de 1841 fue militar y político, de larga trayectoria que, tras participar en la Guerra de Independencia de la Argentina y la Guerra del Brasil, tuvo un papel protagonista en las guerras civiles argentinas como líder militar del Partido Unitario. Ejerció como gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1828 y 1829.
Era hijo de María Mercedes González Bordallo y Ross (1770-1829) y del peruano Manuel José Bonifacio de Lavalle y Cortés (1753-1840). Su padre, que fue contador general de las Rentas y el Tabaco del Virreinato del Río de la Plata, era hermano menor de José Antonio de Lavalle y Cortés, Conde de Premio Real. También era descendiente directo por parte de su abuela paterna de Hernán Cortés, conquistador de México. Por parte de su abuelo paterno desciende de una familia francesa, condes de La Vallée; de donde proviene la forma española simplificada de su apellido como Lavalle. En 1799, los Lavalle se trasladaron a Santiago de Chile y volvieron en 1807 a Buenos Aires, donde Juan cursó sus estudios primarios y secundarios. En 1812 ingresó como cadete en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Fue ascendido a teniente en 1813 y pasó en 1814 al ejército sitiador de Montevideo, bajo las órdenes de Alvear. Luchó al servicio del Directorio (unitario) contra el líder federal José Gervasio Artigas en 1815 y, bajo el mando de Manuel Dorrego, combatió en la batalla de Guayabos. Un año después, pasó a Mendoza para integrarse al Ejército de los Andes bajo el mando del General José de San Martín. Cruzó los Andes hacia Chile y acompañó al mayor Antonio Arcos en la victoria de Achupallas. Tuvo un papel notable en las batallas de Chacabuco y Maipú. En 1819 se trasladó a Mendoza, donde se comprometió con la joven Dolores Correas. En 1820 intervino en la campaña al Perú, y a las órdenes del general Arenales participó en la primera campaña de la Sierra, teniendo destacada actuación en la batalla de Cerro de Pasco. Después de ésta, tomó prisionero al entonces coronel Andrés de Santa Cruz. A órdenes del General Antonio José de
Sucre hizo la campaña al Ecuador, destacándose en esta Batalla de Riobamba, también tuvo relevante participación en la batalla de Pichincha, que aseguró la independencia de ese país.
Participó en la campaña de “Puertos Intermedios” a las órdenes de Rudecindo Alvarado, la que terminaría con consecuencias desastrosas. Fue ascendido a coronel tras su regreso a Lima, pero tuvo serias desavenencias con Simón Bolívar, por su propio carácter independiente. A su regreso fue incorporado a la guerra del Brasil, como jefe del Regimiento de Caballería 4; hizo la campaña sobre Río Grande do Sul y venció en los combates de Bacacay (abatiendo una columna de 1200 hombres con fuerzas menores) y Ombú. Unos días más tarde, utilizando una arriesgada maniobra, logró una parte importante de la victoria en la batalla de Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827, arrollando a las fuerzas del general brasileño Abreu, y ganando su ascenso a general. Luchó también en el combate de Camacuá, en el que fue herido en un brazo. Luego de su regreso a Buenos Aires como parte del partido unitario participó de las Guerras Civiles, derrocó al Cnel. Dorrego como gobernador de Buenos Aires y posteriormente lo fusiló, siendo este hecho el que marcara significativamente su vida, pues es más recordado por el mismo que por los servicios prestados a la Patria, luego de involucrarse en varia campañas dentro de este periodo de la historia Argentina, derrotado por los federales definitivamente en
la Batalla de Famaillá, es muerto en Jujuy, a los efectos de preservar sus restos, sus partidarios descarnaron el cuerpo llevando sus huesos a Potosí donde fueron recibidos con grandes honores por el Gobierno boliviano, y finalmente inhumados. Después llevados a Chile y finalmente repatriados en 1860.
Elías Antonio Almada
Correo electrónico: almada-22@hotmail.com
Fuentes:
Balmaceda, Daniel (16 de octubre de 2017). «Juan Galo de Lavalle, El León de Riobamba».
www.lanacion.com.ar
Roberto Colimodio Galloso, Granaderos Bicentenarios.
