Censar el estado de ánimo

Cada diez años el país necesita refrescar datos fundamentales de la realidad en la que viven sus habitantes. De aquí sale, entre otras cosas, la cantidad de habitantes que somos y en qué condiciones vivimos.

Datos fríos que, seguramente, servirán para tomar decisiones.

Lo que no surge de estos informes es el estado de ánimo de la gente.

Cómo se siente, qué perspectivas tiene para su futuro, cómo cree que su gobierno está llevando adelante el país.

Esos son datos calientes. Muy calientes.

Mucha gente aprovechó ayer para descargar su frustración con los censistas contando las penurias por las que están pasando.

Gran parte de los censistas coincidían con sus encuestados, casi confesando que se ofrecieron voluntariamente para hacer este trabajo, precisamente, porque no les alcanza lo que ganan para vivir, y realmente necesitan de los seis mil pesos que les pagarán.

La necesidad de detener el deterioro económico del hogar es una prioridad para millones de argentinos que continúan en una caída libre que se acelera con el paso de los meses.

La inflación es el tema predominante que ocupa todos los espacios de las familias argentinas.

El dinero no alcanza. Las cosas están cada vez más caras, y nada hace pensar que esto mejorará en el corto plazo.

El desánimo es el hilo conductor que enlaza a todos los trabajadores. Muchos ya sin nada, otros tantos en el medio de la incertidumbre, y los menos, con la frágil tranquilidad que da un empleo fijo, medianamente bien remunerado, y pagado en término.

En todos los casos, nadie desconoce que la situación es altamente preocupante, y absolutamente crítica para millones de compatriotas.

Todo esto es lo que siente la Argentina hoy.

Pero nada de esto aparecerá en los resultados del censo.

Es imposible pensar que quienes comandan el Estado de la Nación no sepan lo que siente la gente.

No se necesita de ningún estudio específico para comprender que, con un 60% de inflación anual, es imposible vivir tranquilo.

Apenas si es posible vivir.

En ese contexto, aunque más no sea para levantar los índices de imagen negativa que tiene el Gobierno Nacional, es tiempo de mostrar de forma urgente alguna intención de dar un golpe de timón para mejorar el rumbo del país.

Algo. Una señal.

Por el contrario. La única señal que surge del partido gobernante es de discordia interna, celos, egos, demostraciones banales sobre quien tiene más autoridad.

Cuando deberían estar pensando en unificar criterios en medio de sus disputas, pensando en la gente a la que están gobernando, quienes tienen el máximo poder en el país sólo se empeñan en embarrar aún más su propia cancha.

La gente espera señales de grandeza, de preocupación real de parte del Gobierno Nacional, con medidas concretas que aporten un respiro que permita pensar que todavía hay esperanza.

Ninguna de estas sensaciones fue censada ayer.

El año que viene habrá otra recopilación de datos.

Esta vez serán datos calientes. Esta vez será con urnas.

 

Por Héctor De Los Santos
Columna Editorial, Diario UNO de Entre Ríos