En la Misa Crismal el obispo llamó a ser una Iglesia sinodal y misionera

 

“¡Qué alegría volver a encontrarnos también este año, en esta celebración crismal!”, así inició el obispo de Gualeguaychú, Mons. Héctor Zordán, la homilía durante la Misa Crismal celebrada este miércoles 13, de manera abierta luego de dos años, en la Catedral San José.

Con una numerosa asistencia de fieles de las distintas comunidades de la diócesis, los sacerdotes y diáconos permanentes, el obispo consagró los óleos que se utilizarán en la celebración de los sacramentos este año al tiempo que el clero renovó públicamente las promesas realizadas el día que recibieron el Orden Sagrado.

“En la celebración crismal tenemos la oportunidad de experimentar de un modo más cercano y palpable nuestra condición de “Pueblo de Dios en marcha” en esta Iglesia diocesana, que vive hoy y aquí: en este sur entrerriano –tierra tan linda donde Dios nos ha puesto– y en este momento tan particular de la historia”, dijo Zordán mencionando también las dificultades y signos de esperanza de este tiempo.

Luego de destacar la centralidad de la palabra “unción” en las lecturas del día, el obispo recordó que el Crisma, el aceite perfumado consagrado durante esta celebración, “hace referencia a dos unciones muy importantes en la vida del discípulo y de la comunidad cristiana: la unción bautismal que nos configura a Cristo dándonos la fundamental dignidad que nos iguala como miembros del Pueblo de Dios; y la unción sacerdotal, que pone a algunos hermanos al servicio del Pueblo de Dios para ofrecerle los sacramentos y la Palabra de Dios, y les confiere la misión de re-presentar a Jesús-Buen Pastor en medio de los hombres”. “Son dos unciones que también nos hablan de “sinodalidad”.

Zordán recordó que estamos transitando el proceso sinodal convocado por el Papa Francisco y destacó que el mismo “será un camino que tiene metas –es verdad–, pero no fecha de caducidad o finalización: la meta es encarnar y hacer presente un rostro cada vez más evangélico de la Iglesia, y nunca podremos quedarnos satisfechos pensando que ya lo hemos realizado plenamente”, dijo.

“Una Iglesia con rostro sinodal es la que reclama nuestra común vocación de bautizados y misioneros, porque para anunciar el nombre, la persona, el mensaje, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret, necesitamos renovar nuestra fe y encontrar nuevas formas y lenguajes. Es preciso ponernos en marcha, caminar juntos, en una escucha recíproca, compartiendo ideas y proyectos, mostrar el rostro de la Iglesia como “casa hospitalaria”, de puertas abiertas, habitada por el Señor y animada por relaciones verdaderamente fraternas”.

“Por otra parte -dijo Zordán- esta nota característica de la Iglesia debe ir tocando, iluminando, cuestionando, penetrando todas las dimensiones de nuestra experiencia eclesial” y desarrolló tres aspectos desde lo cuales se debe encarna este estilo de ser Iglesia: sinodalidad en la liturgia, sinodalidad en el pastoreo y sinodalidad en las estructuras.

Y citando al Papa Francisco remarcó que la Iglesia debe volverse “más misionera; que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad”.