La historia del activismo nazi en diversas localidades de la provincia y las acciones que se hicieron para contrarrestarla y evitar el avance del nazifascismo.
En mayo de 1945 terminaba oficialmente la Segunda Guerra Mundial en Europa. La rendición de Alemania cerraba el principal teatro de operaciones del conflicto global más grande de la historia. Todavía quedarían varios meses de guerra en el Pacífico. Recién el 2 de septiembre de aquel año, y después de dos bombas atómicas, el emperador de Japón, Hirohito, presentaría su rendición incondicional al general aliado Douglas MacArthur, cerrando los seis años más sangrientos de la historia humana.
La relación de Argentina con Europa era entonces muy fuerte. Sobre todo, con la Alemania e Italia de la preguerra, debido a la enorme cantidad de inmigrantes que habían llegado desde aquellos países, y por la sólida relación política y comercial que existía con ellos.
Tan fuerte eran aquellos lazos, que Argentina se negó a declararle la guerra al Eje pese a las presiones de Estados Unidos e Inglaterra, y solo lo hizo el 27 de marzo de 1945, un mes y medio antes de la rendición alemana, y cuando la derrota de Hitler y Mussolini ya eran un hecho consumado. Pero aquella relación no era solo una cuestión formal entre los gobiernos o las grandes corporaciones comerciales. Una gran cantidad de ciudadanos argentinos estaban comprometidos con la causa nacionalsocialista que encabezaba Adolf Hitler en el Reich alemán, y con el fascismo italiano que encarnaba il Duce Benito Mussolini.
Las muestras de apoyo habían comenzado a finales de los años 20, y fueron cobrando fuerza a medida que el poder del nazismo se hacía sentir en todo el mundo a través de un gigantesco aparato de propaganda. Las cruces esvásticas se multiplicaban en todos los países donde había comunidades alemanas importantes y comprometidas. En Argentina había, y en Entre Ríos también.
Las primeras alertas
A principios de 1936, las comunidades judías de Entre Ríos comenzaron a movilizarse y a alzar las primeras voces de alerta ante la creciente ola antisemita que avanzaba en Europa. Todavía faltaban tres años para el comienzo de lo que sería la Segunda Guerra Mundial, pero el nazismo avanzaba en Alemania, y su aparato de propaganda diseminaba sus ideas por todo el mundo.
En su libro Nazismo y otros extremismos en Entre Ríos, los investigadores uruguayenses Celomar Argachá y Orlando Busiello hacen un pormenorizado recorrido por la realidad de aquellos años a través de una profusa investigación sobre la prensa escrita de entonces. En este rabajo rescatan una conferencia brindada por la escritora estadounidense de origen judío Gina Medem, quien, en una muy concurrida charla brindada en el Centro Social Israelita de Concepción del Uruguay, ya alertaba en 1936 sobre el avance del Tercer Reich sobre Europa y el tremendo hostigamiento al que estaba siendo sometido el pueblo judío de aquellos países.
Ese mismo año, la derecha entrerriana de aquellos tiempos provocó un hecho que se destacó sobre los demás en materia de actos públicos, y lo hizo desde la localidad de General Galarza, un pequeño pueblo en el Departamento Gualeguay, que se convertiría en uno de los primeros lugares del país donde se efectuaría un acto de neto corte nazi.
El 19 de septiembre de 1936, se inauguró en Galarza el edificio de la Unión Germánica, un centro social que nucleaba a una porción importante de la población que tenía origen alemán. Las crónicas periodísticas de la época dan cuenta de discursos racistas enfervorizados, señalando a los judíos con los más crudos adjetivos, y enalteciendo la superioridad alemana. Entre los discursos más encendidos, se habla de un médico que habría llegado a la ciudad especialmente para el acto.
Según la investigación de Busiello y Argachá, se trataría del Dr. Miguel Facello, un profesional de la salud que había viajado hasta Galarza desde la ciudad de Nogoyá.
El diario El Día de Gualeguay, destaca en su edición del 22 de septiembre de 1936, la enorme cantidad de banderas nazis durante el acto. “Se habló de salir en manifestación por las calles con un centenar de banderas con esvásticas, pero no se llevó a cabo porque uno de los organizadores hitleristas no estuvo de acuerdo”, remarca el relato periodístico de la época, señalando que “los hitleristas se sentían dueños de Galarza, como si estuvieran en Alemania…”
Los actos se sucedieron de forma ininterrumpida durante todo aquel tiempo, pues las notas periodísticas se multiplicaron durante varios meses relatando nuevas acciones del grupo germánico en General Galarza. A los discursos y los actos en este pueblo le sucedieron hechos más graves que motivaron una intervención directa de la Justicia. Un grupo perteneciente al Centro Germánico salió una noche y pintó cruces esvásticas en las puertas de todos los vecinos de origen judío.
Por aquel hecho hubo tres detenidos que fueron condenados a tres meses de prisión por daños. La actividad política del fascismo en General Galarza ya había trascendido, y gran parte de la región estaba enterada de lo que sucedía en aquella localidad. Aparecieron sectores de la prensa de la época que comenzaron a minimizar los hechos, y otros sostenían la necesidad de un urgente llamado a la cordura.
“Galarza es un pueblo progresista, con camiones, carros y automóviles que van y vienen, con una mayoría de hombres honestos y trabajadores alejados de las malsanas propagandas exóticas”, señalaba por entonces el diario El Debate.
“Sobre el final del año 37, lejos de disminuir, el movimiento nazifascista de Galarza parecía incrementarse, demostrando sus adeptos mayor confianza, desinhibición y una actitud desafiante frente la comunidad”, detallan los investigadores uruguayenses, autores del libro Nazismo en Entre Ríos. Uno de los registros más salientes de aquellos años cada vez más cercanos a la guerra fue el relato de un inspector que recorrió un “centro nacionalista” del pueblo, y se encontró con que los niños del lugar despidieron a la autoridades con la mano en alto haciendo el saludo nazi. No se sabe a ciencia cierta si el hecho ocurrió con los alumnos de la escuela que funcionaba en la Unión Germánica o en algún otro lugar del pueblo.
En el resto de la provincia
Hechos parecidos a los de Galarza se sucedieron en otros lugares de Entre Ríos. En Concordia, con motivo del acto del 9 de Julio de aquel mismo año, un grupo de jóvenes ingresó al desfile que llevaba adelante el Regimiento 6 de Caballería, y desfilaron ante las autoridades haciendo el característico “paso de ganso”, que distinguía a las tropas nazis, e hicieron el saludo fascista “ante el estupor e indignación de los presentes, relata una investigación del historiador Feliberto Reula.
En este caso se trataba de un grupo que se hacía llamar Los Legionarios, por pertenecer a una agrupación denominada Legión Cívica Argentina. Vestían uniformes, eran nacionalistas, y se presentaba en grupo cerrado durante los actos.
En La Paz sucedió algo parecido. Otro grupo de derecha, en este caso llamado Movimiento Nacionalista, intentó hacer un desfile al término del acto del Pronunciamiento de Urquiza, el 1° de Mayo de 1938. Salieron de la parroquia de la ciudad y, vestidos con camisas pardas, se formaron para comenzar a desfilar por la plaza, pero la intervención de la Policía impidió la marcha.
Las actividades pronazis se sucedían en distintos puntos de la provincia a medida que Alemania crecía en propaganda y sumaba publicaciones que se distribuían en distintas localidades entrerrianas, sobre todo en aquellas donde la comunidad de ascendencia germana tenía incidencia dentro de la sociedad local.
En Crespo, por ejemplo, se destaca la inserción de la propaganda alemana a través de publicaciones deportivas que exaltaban el poderío germano en esas disciplinas. El equipo de gimnasia de esa localidad estaba dirigido por un profesor nacido en Alemania llamado Guillermo Pentke, un gimnasta de excelencia que fue parte de una delegación que fue seleccionada por la embajada alemana para recorrer Alemania a fines de 1938.
La propaganda alemana era demoledora en todo el mundo. Joseph Goebbels, el artífice máximo del aparato publicitario nazi, generó el clima necesario para fomentar el odio racista hacia los judíos en muchos países, y en Entre Ríos estaba dando resultados. Las acciones en contra eran aisladas. En abril de 1938, desde Concepción del Uruguay se comenzó a organizar un congreso que reuniría a todas las organizaciones judías de Entre Ríos.
El lugar elegido como sede sería la ciudad de Basavilbaso, donde residía una de las mayores colectividades judías de Entre Ríos. Si bien la idea era mostrar todos los aspectos positivos en que la comunidad judía había sido parte de los logros culturales, sanitarios, económicos, industriales y cooperativos para el desarrollo de toda la región, el objetivo era claramente otro: tratar de contrarrestar la propaganda nazi en la región.
Una crónica del diario Los Principios de aquel año lo deja claro. “Desde tiempo atrás se ha infiltrado en nuestro medio una propaganda virulenta en desmedro de la colectividad judía. Esa táctica inusitada ha provocado una justificada reacción en la colectividad judía, y esa reacción no es otra que la organización de este congreso”, señala.
Acto en el Luna Park
La cúspide del accionar del nazismo en la Argentina fue el acto que se llevó a cabo en el Luna Park el 10 de abril de 1938. Fue una celebración multitudinaria de la anexión de Austria a la Alemania nazi de Adolf Hitler. “La cita estaba prevista para las diez de la mañana de ese mismo 10 de abril. Media hora antes, las puertas el Palacio de los Deportes se abrieron para recibir una multitud de alemanes, austríacos y argentinos. Entre doce y veinte mil personas llegaron hasta las proximidades de Corrientes y Bouchard. Contaban con la venia de la jefatura de policía, que dos días antes había accedido al pedido de la comunidad austroalemana para realizar el acto”, reconstruyen los periodistas Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en su libro Luna Park: El estadio del pueblo, el ring del poder.
Como para describir el grado de complacencia que existía con el movimiento nacionalsocialista alemán por parte de las autoridades, se destaca el permiso presidencial que hubo para el acto de parte de Roberto M. Ortiz, y la presencia de personalidades de la política local, como el gobernador de Buenos Aires, Manuel Fresco, y su ministro, Roberto Noble, fundador de diario Clarín.
Alentados por semejante despliegue, las actividades de los grupos germanófilos en Entre Ríos continuaron desarrollando sus actividades cada vez más exaltados. Ya desatada la guerra a partir del 1° de septiembre de 1939, las noticias fueron dejando de lado los actos vinculados con la propaganda ideológica y se abocaron a la cobertura de los hechos bélicos en Europa. Sin embargo, el accionar de los grupos nazifascistas continuó trabajando en toda la provincia.
Seguidores del Duce No solo el fanatismo por el nazismo alemán canalizaba las expectativas de la derecha entrerriana, también el fascismo italiano, encarnado en la figura de Benito Musolini, fue una vertiente con muchos seguidores en esta provincia. La enorme comunidad de ascendencia italiana encontró en muchos centros urbanos provinciales un punto de referencia para apoyar al Duce. La ciudad de Paraná fue escenario en mayo de 1936 de una enorme celebración con motivo del triunfo del ejército italiano en Etiopía. Hubo desfiles y banquetes para realzar la victoria del fascismo.
En consonancia con ese hecho, los escritores uruguayenses Bussielo y Argachá ejemplifican una variada gama de denuncias realizadas a través de la prensa sobre actos de infiltración de la propaganda fascista en distintos puntos de Entre Ríos.
Desde implicancias con el poder político en San Salvador, hasta colonos de General Campos, acusados de ingresar y distribuir propaganda italiana. También en Paraná se realizó la denuncia mediática sobre la instalación de “un centro fascio que ocupa las instalaciones de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, frente a la Plaza Alvear”, señala un artículo de El Diario de mediados de 1938.
“Las autoridades fascistas, representadas por miembros de la colectividad italiana y el agente consular, efectúan una intensa campaña para constituir el fascio o Dopolavoro”, remarca la crónica sobre la actividad fascista en la capital provincial.
Antisemitismo y superioridad
La situación en toda la provincia presentaba focos de militancia y accionar fascista en diferentes localidades. Apenas comenzada la segunda guerra mundial, el poderío alemán en todos los frentes de batalla de Europa hacía caer las fronteras de los países y el Tercer Reich incrementaba su poder en cada batalla. Esto fortalecía la idea de un Reich invencible y los militantes pronazis de Entre Ríos ya se mostraban sin tapujos.
En Crespo, una ciudad con un fuerte arraigo alemán, se suscitaron hechos en torno a una gran cantidad de entidades vinculadas directamente con Alemania. El Instituto Crespo, la Sociedad Unión Germánica, la sociedad Teutonia, el Deutscher Turn Verein, y otros espacios como bibliotecas y sociedades, fueron vinculadas al movimiento nazi, ya que, según los periódicos de la época, “en las paredes de las aulas se ven con profusión los retratos de Hitler y la cruz esvástica”, señala el diario Los Principios.
Sin embargo, el historiador de dicha localidad, Orlando Britos, destaca se han exagerado muchas de esas circunstancias, ya que el vínculo era con el gobierno de Alemania de entonces, y “ni siquiera los propios alemanes sabían de los horrores que luego se hicieron públicos”. El antisemitismo se infiltraba en todos los ámbitos de la sociedad. En la ciudad de Victoria se organizó un campeonato de ajedrez que llevaba el nombre del campeón argentino de aquel momento Roberto Grau. Al enterarse Grau que los organizadores no habían dejado inscribir a dos participantes de origen judío, envió una carga exigiendo que, de confirmarse dicha versión retiraran su nombre y apellido de aquel torneo “por cuanto no está de acuerdo con que las entidades deportivas hagan distingo de razas”.
Las prohibiciones
General Galarza siguió generando actos y causando estupor en el resto de la provincia durante varios años. En los últimos meses de 1939 se organizó un nuevo encuentro pronazi que obligó al gobierno provincial a prohibirlo, de igual manera hubo prohibiciones de actos en Nogoyá y otras ciudades vecinas. Paralelamente, en diferentes localidades se organizaban actos de repudio a quienes apoyaban regímenes totalitarios, y muchas personalidades de la política, la vida social y la cultura, se agrupaban para hacer frente al creciente nacionalismo de ultraderecha de esos años.
El mayor de esos actos se organizó en el Teatro 3 de Febrero de la ciudad de Paraná. La Unión Cívica Radical, partido gobernante que había ubicado a Enrique Mihura al frente de la Gobernación de Entre Ríos, organizó un gran acto que tuvo lugar el 29 de julio de 1941. Pese a que hubo serios disturbios en el hall del teatro, con detenidos y varios hechos de violencia, el encuentro marcó una posición concreta en contra de los movimientos nazi-fascistas que proliferaban en la provincia.
En su libro, Busiello y Argachá remarcan que “el gobierno de Entre Ríos, dirigido por el Dr. Enrique Mihura, decidió intensificar su acción contra los elementos que denominaba antiargentinos, tomando rápidas medidas”. Se canceló el funcionamiento de muchas escuelas que contaban con financiamiento extranjero y donde se enseñaba religión y el idioma alemán.
De igual manera se cancelaron gran cantidad de actos y se multiplicaron las entidades y asociaciones que buscaban desterrar de este territorio aquellos movimientos de la extrema derecha entrerriana.
El avance de la guerra fue ganando su propio espacio y los movimientos fascistas fueron perdiendo fuerza. Pero los años siguientes, y aún después de finalizada la contienda en 1945, todavía reservarían mucho espacio para la influencia del nazismo en territorio argentino.