En el Día de la Mujer: Mujeres de la Nación

Al celebrase un vez más el Día Internacional de la Mujer, es oportuno recordar  figuras  de nuestra Nación o herederas  de figuras emblemáticas que también trascendieron como mujere4s destacadas y nos legaron su ejemplo.

Josefa Dominga Balcarce San Martín de Gutiérrez de Estrada – La heredera

Había nacido en 1836, siendo la menor de las nietas del General. En 1860, se casó con un diplomático mexicano llamado Fernando Mariano De Los Dolores Vicente Gutiérrez Estrada Gómez De La Cortina. Su hermana, María Mercedes, había muerto ese mismo año 60. Su mamá, Mercedes, lo hará en 1875, y su papá, Mariano, partirá en 1885, quedando ella como única heredera de todos los bienes familiares. No tendrá hijos.

Ella será la que enviará a Bartolomé Mitre todo el archivo personal del General, para que pudiera escribir su monumental «Historia de San Martín y de la Emancipación Americana». Ella también donará al Museo Histórico Nacional el mobiliario completo de la habitación donde murió el General en Boulogne Sur Mer. En 1904, su esposo también falleció y ella se quedo sola  con todo el peso de ser el último vástago de la familia San Martín.

Entonces decidió volcarse a la caridad y beneficencia. Transformó la casa familiar de Brunoy, el «Petit Chateau», en un asilo de ancianos. También dedicó una parte del edificio para crear un centro de cirugía, donde se operaba gratuitamente a los desposeídos. Organizó una huerta en los jardines de la propiedad, para que los abuelos tuvieran verduras frescas. Incansable fue su labor, de aquel lado del mar, y de éste también, porque las propiedades que por herencia le quedaban en Argentina, las donó al Patronato de la Infancia.

Hasta que en 1914, llegó  la Primera Guerra Mundial. Y entonces, ella, mostrando su temple familiar, transformó su casa en un hospital militar. La cercanía del frente de combate, hacía que el trabajo fuese constante. Pero ella no se amilanó, a pesar de ya tener más de 78 años.

Cuenta la historia, que cierta vez, en la puerta del Hospital que ella conducía, apareció un carretón cargado con muchos soldados heridos. Al ver esto, se acercó al Oficial que los custodiaba, y le preguntó si aquellos hombres precisaban atención médica, obteniendo la siguiente respuesta:

“-Oui Madam. Son heridos, pero son soldados alemanes.

-¡No le pregunté de que país eran! ¡Le pregunté si eran heridos! ¡Hágalos pasar!”

Y así aquel corazón Sanmartiniano, ayudó a aquellos pobres diablos, a pesar de ser enemigos de Francia. Cuando la Gran Guerra terminó, el gobierno francés la condecoró con la Orden Nacional de la Legión de Honor, la mayor condecoración que entrega Francia. Dicen que cuando le fue entregada la medalla, viejos soldados sobrevivientes de sus heridas, gracias a sus cuidados, colgaron de las ventanas del Chateau una sábana pintada que decía: «Eres más valiente que nosotros».

Se dormirá en la Paz del Señor en 1924, a los 87 años de edad, con la tranquilidad con la que parten los justos. Hoy reposa en el Mausoleo familiar de Brunoy, cerca de París.

Dolores Lavalle – Misia Dolores

Dolores Lavalle de Lavalle se llamaba, y era la hija menor del General Juan Galo de Lavalle,  la más pequeña de cuatro hermanos: Hortensia, Augusto, Juan y ella. Nació en el Uruguay, en un momento de tranquilidad, y exilio, de su padre, el 27 de mayo de 1831. Cuando su padre volvió a las armas, colgándose de sus pantalones le rogó que no se fuera. Pero su papá Juan debía irse, a encontrarse con su destino. Como excusa para alejarse de la pequeña, le prometió que le traería un caballo. Nunca pudo cumplir esa promesa.

Vino a Buenos Aires, recién cuando cayó Rosas en 1852 y se casó en 1871, con Joaquín Lavalle Pinto, su primo hermano. Ese mismo año se convirtió en miembro de la Sociedad de Beneficencia. Tanta fue su relevancia social, que participó de la inauguración de ferrocarril Buenos Aires-Tucumán en 1876, cuando ya era Presidenta de la Sociedad de Beneficencia.

Creía que todas las mujeres debían prepararse y procuró facilitar este camino a las de menos recursos. Entre sus aportes a la causa femenina se encuentra la fundación de una escuela profesional de mujeres. Allí se enseñaba, entre otras cosas, Joyería. Muchas veces trabajó codo a codo con Cecilia Grierson, la primera médica argentina, y formaron parte del subcomité femenino de la Cruz Roja Nacional y del Consejo Nacional de Mujeres, una institución que trabajaba por la educación y los derechos femeninos, que a su vez formaba parte del Consejo Internacional de Mujeres, una organización con sede en Londres. Su lema era “Todo por amor, nada por la fuerza” y fue Presidenta de la Cruz Roja Argentina por muchos años.

Misia Lavalle -como se la llamaba-, tomó bajo su protección el consultorio oftalmológico “Hijas de María”, base del futuro  Hospital Santa Lucía. Fundó también el Asilo del Buen Pastor y ayudó con la Fundación del Hospital de Niños Gutiérrez y la Casa Cuna.

Fue una figura esencial de los finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX.

Falleció en 1926. Descansa en la cripta del Mausoleo de su papá.

Martina Chapanay  – Una guerrillera huarpe

Martina Chapanay fue una guerrillera que actuó en las guerras civiles argentinas del siglo XIX. Su padre fue Ambrosio Chapanay, un cacique huarpe que se refugió en el actual Departamento Lavalle (Mendoza), quien murió sin otra descendencia aparte de Martina.  Su madre fue Mercedes González, siendo ésta blanca oriunda de la ciudad de San Juan. Nació en la Intendencia de Córdoba del Tucumán (Virreinato del Río de la Plata), alrededor del año 1800, en las Lagunas de Guanacache, probablemente en el actual territorio de la provincia de San Juan. Murió en 1887. El nombre «Chapanay», proviene del idioma huarpe milcayac: Chapac nay que significa «zona de pantanos». Se la destaca  por haber vengado la muerte del caudillo riojano Ángel “El Chacho” Peñaloza. La tumba de Martina Chapanay es centro de una devoción popular porque compartía el fruto de sus robos con los más humildes, y continúa reuniendo a cientos de devotos en el pueblo sanjuanino de Mogna. La zona es ahora un desierto, pero en el siglo XIX las aguas del río Mendoza y del Desaguadero creaban las llamadas Lagunas de Guanacache. La construcción de una represa cerca de la ciudad de Mendoza provocó la sequía de las lagunas, y actualmente los huarpes obtienen el agua de pozos muy profundos, ya que los superficiales están contaminados con agua salada. La supervivencia de éstos se basa principalmente en la cría de cabras, la utilización de los frutos del algarrobo, un árbol típico de la zona, y la venta de artesanías en el Mercado Artesanal, que se encuentra al lado de la oficina de turismo de la ciudad capital. Otras fuentes afirman que su padre eran en realidad  un indígena chaqueño refugiado entre los huarpes y su madre era una sanjuanina llamada Teodora. Esta habría criado a su hija con dedicación, tal es así que la casa de Martina se transformó en escuela para los niños del lugar.

Cuando era adolescente, Martina se destacaba por sus aptitudes de jinete y cuchillera, su habilidad para hacer galopar caballos en los arenales, pialar terneros, cazar animales y nadar con gran destreza. Era una mujer de contextura pequeña, pero fuerte y ágil. De bellos rasgos, su cabello era negro lacio y de tez morena. Al elegir la vida de montonera comenzó a utilizar la vestimenta de los gauchos: (chiripá, poncho, vincha y botas de potro), tal como se representaba en las estampas y tallados de madera. Luego ofreció sus servicios al general San Martín, quien la nombró chasqui del ejército. Cuando murió su madre, su padre la entregó a Clara Sánchez, de la ciudad de San Juan, que la educó con rigor. En respuesta, Martina logró escapar, encerrando a toda la familia en la casa. A partir de ese momento, Martina vivió con los huarpes y se transformó en ladrona y asaltante de caminos, repartiendo lo que robaba entre los más pobres. Luego convivió con el bandido Cruz Cuero, jefe de una banda que asoló la región por años. Se dijo que incluso atacaron la Iglesia de la virgen de Loreto, en la provincia de Santiago del Estero. Esta relación con Cruz terminó en una tragedia, ya que Martina se enamoró de un joven extranjero que secuestraron; Cruz golpeó a Martina y mató al joven de un balazo, pero Martina mató a Cruz con una lanza y quedó como jefa de la banda.

Sucesivamente, Martina se unió con sus secuaces al caudillo Facundo Quiroga. Martina continuó luego luchando al lado de los caudillos y del Chacho Peñaloza, hasta que le ofrecieron el indulto y un cargo de sargento mayor en la policía de San Juan. En ese cuerpo militar se encontraba el comandante Pablo Irrazábal, el asesino de Peñaloza. Martina lo retó a duelo, pero éste no tuvo lugar porque el oficial se descompuso por el miedo y pidió la baja.

Se cuenta que un antiguo oficial sanmartiniano, el cura Elacio Bustillos, cubrió la tumba de Martina con una laja blanca, sin ninguna inscripción, ya que “todos saben quién está allí”.

El poeta y cantor mendocino Hilario Cuadros escribió una cueca llamada La Martina Chapanay.

La escritora Mabel Pagano escribió una novela basada en su vida, «Martina Chapanay Montonera del Zonda»

María la grande -Cacique Tehuelche

María la Grande, María la Vieja o simplemente la Reina fue un cacique tehuelche a comienzos del siglo XIX. Su poder abarcó prácticamente toda la Patagonia, desde Punta Arenas hasta el Carmen de Patagones y el Río Negro. Fue llamada «la Grande» por Luis Vernet en alusión a la zarina rusa Catalina II de Rusia, cuando la conoció en Península Valdés en 1823. Las primeras referencias de  María datan de 1792 cuando el teniente Juan José Elizalde desembarcó en Santa Cruz. En 1820 James Weddell conoció a María mientras viajaba cazando focas. Creyó que María era mestiza y asegura que era una gran oradora que apaciguaba los ánimos de sus guerreros, e inmediatamente la identificó como líder de los tehuelches. El marino Robert Fitz Roy también se refirió a ella, al conocerla, María estaba acompañada por su esposo, un tehuelche muy alto, y cinco de sus hijos, ella era la única que hablaba español y sabía relacionarse con los extranjeros. Era una excelente jinete y usaba aros de medallas de la Virgen María y prendedores que le sujetaban la manta sobre el pecho.

Demostrando un gran poder económico María intercambiaba carne, pieles, mantas de guanaco y plumas de ñandú por espadas, cuchillos, tabaco, yerba mate, frenos, monturas, fusiles, plomo para balas, paños, cuentas, harina, azúcar y alcohol, entre otros codiciados bienes del blanco. Alrededor de quince toldos rodeaban al suyo, de dimensiones más grandes, ubicado en el centro, junto a otro más pequeño utilizado como depósito. Unos 120 guerreros le respondían. También tenía muchos refugiados en sus tolderías, desertores de buques loberos o prófugos de la justicia, algunos fueron sus protegidos y otros sus enemigos, demostraba gran generosidad con los misioneros regalándole un quillango de cuero de guanaco pintado.

Fitz Roy, tuvo oportunidad de presenciar la ceremonia religiosa oficiada por la cacique y la devoción que le profesaban sus seguidores. Usando una pequeña figura de madera, que María llamaba “su Cristo”, con quien decía hablar, realizaba, en un interesante sincretismo religioso, una ceremonia donde se mezclaban ritos indígenas y cristianos –esto le habría valido el nombre de “Santa María” que le puso Charles Darwin.

El encuentro con Vernet en la península Valdés en 1823, muestra el fuerte concepto de territorialidad de María al defender la posición respecto a que los ganados cimarrones eran de los tehuelches por el sólo hecho de ocupar sus tierras: “El gran jefe tehuelche arribó… una mujer que, acompañada por más de mil indios, lo invitó a negociar y conocer los derechos que su pueblo tenía sobre ese territorio”.

Más tarde, en 1829, siendo Gobernador de Malvinas, Vernet la invitó a visitar Puerto Luis, reconociendo su poder, con el propósito de concretar la creación de una factoría en la Bahía San Gregorio que gozaría de la protección de la cacique. La iniciativa de la colonia quedó en nada debido a los sucesos que ocurrieron en la islas poco después (en 1833 las islas Malvinas fueron ocupadas por los ingleses).

El aparentemente extenso período de su reinado se comprueba con las primeras menciones de su presencia como jefa reconocida de los tehuelches meridionales a comienzos de la década de 1820, cuando Vernet la llamó “Reina María”, hasta su muerte a comienzos de la década de 1840, cuando aparece mencionada como “María la Vieja”. Mientras vivió, no hubo guerras tribales en la región y ninguna tribu tomaba decisiones de importancia sin previamente consultarla. Cuando murió en 1840, en toda la Patagonia se encendieron hogueras de homenaje durante tres días; sus mantas, su quillango de piel de zorrino, sus arreos, todas sus pertenencias fueron quemadas. Se calcula que a su muerte tendría cincuenta y tres años de edad. Otros relatos, no muy precisos, sostienen que falleció alrededor de 1848.

Elías Antonio Almada – DNI 14936811

Correo electrónico. Almada-22@hotmail.com