El Libertador en Perú

Un 8 de septiembre por la mañana pero de 1820, doscientos años atrás, desembarca en la Bahía de Paracas. Tomó varias horas el cuidadoso desembarco  de las tropas, municiones y artillería. Al momento del arribo un pelotón de caballería del virrey que custodiaba el lugar huyó hacia el norte. En la ciudad de Pisco hizo otro tanto el jefe militar español de la plaza, coronel Químper. Mientras se realizaba el desembarco de todo el ejército, un escuadrón de caballería y una compañía de infantería con artillería ligera se adelantaron a tomar posiciones en las inmediaciones de Pisco.

El Ejército Libertador, con el propio San Martín al frente, entró en la ciudad en horas de la tarde. A su paso, muchos lugareños vivaron a las tropas patriotas y hubo jóvenes, incluidos algunos esclavos, que se ofrecieron como voluntarios portando como credencial alguna de las proclamas distribuidas clandestinamente en los puertos, meses antes, por el vicealmirante Cochrane, instaló su estado mayor en una antigua casona ubicada a menos de 50 metros de la plaza mayor.

Allí trabajó y residió durante algunos días, definiendo la estrategia militar a seguir en suelo peruano y complementariamente vislumbrando lo que sería la primera bandera y el primer escudo del Perú independiente. Allí, fueron aceptados los primeros voluntarios peruanos. José María Palomo, quien tuvo heroica actuación en el Puente Llapay, en Huaura, semanas después; Manuel Tiburcio Odriozola, letrado que llegó a ser secretario de gobierno y que libró batalla ese 4 de octubre en Nazca; Manuel Jorge Bastante, religioso que ejerció como capellán en filas; Juan José Salas, quien fuera alcalde de primer voto de Ica; Francisco de Paula Cabrera, abogado iqueño; Isidro y Baltasar Caravedo; José Flórez, conspirador entonces prófugo, jefe del grupo de los “deanes” de la calle Monopinta de Lima; Juan José Loyola, quien llegó a ser general; los hermanos Lorenzo; Joaquín Bardales, Pablo Farfán, Santiago Gómez, Manuel Revilla, José Bernaola, Manuel Carrasco; Rafael y José Santos Lévano, trabajadores iqueños y José María de la Fuente Carrillo de Albornoz, marqués de San Miguel de Híjar, quien pidió un puesto en el ejército y aportó caballos y dinero. Antes de caer la noche del 8 de septiembre, mediante una imprenta portátil perteneciente su ejército emitió su primera proclama, en la misma decía:

“Compatriotas:   El último virrey del Perú hace esfuerzos para prolongar su decrépita autoridad . El tiempo de la impostura y del engaño, de la opresión y de la fuerza está ya lejos de nosotros, y sólo existe la historia de las calamidades pasadas. Yo vengo a acabar de poner término a esa época de dolor y humillación. Este es el voto del Ejército Libertador”

Firmado: “San Martín. Cuartel general del Ejército Libertador en Pisco. Septiembre 8 de 1820. Primer día de la libertad del Perú”

La expedición había zarpado  el 20 de agosto anterior  desde la ciudad chilena de Valparaíso al mando del mismo San Martín, en una de las operaciones anfibias más importantes en el Cono Sur en toda su historia. Desde el amanecer del día anterior se habían embarcado en los distintos buques que componían el convoy los cuerpos del Ejército Libertador.

Los repuestos y caballos se habían embarcado en días anteriores.

El día 20, en coincidencia con el aniversario del natalicio del Director Supremo de Chile, general Bernardo O’Higgins, se embarcaron los últimos restos de la tropa, la intendencia, la comisaría de guerra, el estado mayor y el cuartel general. Entre las dos y tres de la tarde, con una salva general de artillería que contestaron los castillos del puerto, la Expedición Libertadora iniciaba el glorioso trayecto hacia su final destino. Siete naves que montaban 233 cañones, 11 cañoneros y 16 transportes cumplirían su misión de Libertad en Pisco, el Callao y en todo el largo del litoral del Pacífico. La Flota se había armado con naves compradas por Antonio Alvarez de Condarco  y otras capturadas por el almirante  Manuel Blanco Encalada.

Algunos de los comandantes de las naves eran:

Thomas Sackville Crosbie, Guillermo Wilkinson, Martín Jorge Guise, Robert Forster, Juan Tooker Spry, Tomas Carter Casey, Ignacio Barragán, Guillermo Simpson, James Blais, Eduardo Brown, P. Dronet, Juan Ermon, P. Delano, Federico Droz; todos bajo el mando del comandante de la flota Thomas Alexander Cochrane. El General en Jefe del Ejército era el general José de San Martín, quien ostentaba el grado de capitán general del Ejército de Chile.

Iba como jefe del estado mayor, el general Juan Gualberto Gregorio de Las Heras.

La intendencia a cargo de Juan Gregorio Lemos, y el parque, del sargento mayor Fray.

La composición de la fuerza:

División de los Andes (141 oficiales y 2235 soldados)

División de Chile (161 oficiales y 1757 soldados)

Plana Mayor (57 oficiales y 19 soldados)

Distribuidos en las siguientes unidades  y jefes a cargo:

Compañía de Artillería de Chile teniente coronel José Manuel Borgoño

2 Compañías de Artillería de los Andes  teniente coronel Pedro José Luna

Batallón Nº Batallón Nº 2 de Chile sargento mayor José Santiago Aldúnate

Batallón Nº 4 de Chile    teniente coronel Santiago Sánchez

Batallón Nº 5 de Chile    coronel Mariano Larrazábal

Batallón Nº 7 de los Andes coronel Cirilo Correa

Batallón N. º 8 de los Andes coronel Enrique Martínez

Batallón N. º 11 de los Andes  sargento mayor Román Deheza

Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes coronel Rudecindo Alvarado

Batallón N. º 1 de Cazadores de los Andes Mariano Necochea

La despedida de los expedicionarios del puerto de Valparaíso fue solemne, «sin que dejase de arrancar lágrimas de admiración en los que presenciaban la osadía de esa primera marcha al país que era considerado como la portada y el foco de los recursos del poder español en América del Sur», afirma el general Jerónimo Espejo en sus memorias, la recepción fue jubilosa.

Elías Almada

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