Un noche inolvidable en el estadio de Rivadavia

Las fotos, con gris dominando ya el blanco y negro original, reafirman las leyendas que se cuentan de esa noche en Concepción, en el estadio de Rivadavia. De un lado, la selección Argentina de básquet, con la base de los campeones sudamericanos de 1966 en Mendoza, del otro la potencia Yugoslava, con figuras consagradas en el básquet, que llegaban como campeones mundiales.

La cita fue el 13 de julio en el estadio del Tricolor. Las negociaciones, como bien cuenta el legendario periodista de El Grafico, O.R.O, que llegó como enviado especial, partieron de Horacio Palassoli, quien sugirió “llevar a los yugoslavos a Concepción del Uruguay (Uruguay como tan solo le dicen en aquellos pagos)”.

El relator logró movilizar a la ciudad entera, desde el municipio hasta el Ejército ofreciendo sus instalaciones para el descanso de los nuestros y con el otrora poderoso Diario La Calle “pagando los pasajes de nuestra selección. Era, en suma, el partido del pueblo que sumaba  comerciantes, autoridades a cargo de la intendencia (Lanusse llevaba unos meses al mando de la dictadura reemplazando a Levingston como presidente) y el entonces diario poderoso aportaba dinero para el traslado.

El estadio estaba repleto, de amantes del básquet y los curiosos que acudieron movidos por la curiosidad de ver a los europeos de la, por entonces, La República Federativa Socialista de Yugoslavia que comandaba con mano de hierro el Mariscal Tito, autodecretado “presidente de por vida”.

Argentina alineó a sus mejores figuras con el Beto Cabrera, González, Perazzo, Finito German. El partido fue palo y palo durante todo el tiempo, hasta llegar a tres segundos con la visita arriba 75 a 74. La pelota llegó a las manos de González para que clave el doble del triunfo, armándose una fiesta inolvidable para todos los que estuvieron presentes. Los jugadores argentinos se retiraron en andas y aplaudidos por todo el estadio.

Acababan de vencer a los campeones mundiales en un partido para el recuerdo que lo hizo posible el espíritu deportivo y emprendedor de Palassoli, respaldado por el resto.